16 de noviembre de 2011

Silencio




Deseo guardar silencio, por no revivir las mentiras.

Ese es el sentimiento que me abarca últimamente la existencia. Deseo guardar silencio… siempre estoy guardando silencio. Pero, a veces, hablo por escuchar el sonido efímero de mis pensamientos, por rememorar el recuerdo de algún secreto, por sonar el subterfugio de mi fuero interno o simplemente… porque me obligan o me obligo, porque no me aguanto y lo deseo, como tantas otras cosas que he hecho. Y me limita la boca porque deseo guardar silencio… porque el horror de mis pensamientos deja en su superficie el verdadero rostro que delinea la estima acumulada de mi vida. Y llevo aquí sentada media hora pensando en guardar silencio y a la vez no guardándolo, porque aunque no lo diga lo escribo como pobre esclava de mis dedos que se mueven solos sobre el teclado… como antes se movían solos sobre el papel blanco de un diario abierto. Porque mis inseguridades me carcomen lentamente en el espacio sin tiempo de una recámara vacía. Porque las pobres se visualizan y asustadas me transmiten el miedo feroz de continuar…

Yo misma me sacudo el pesimismo e intento sonreír ligeramente pero los músculos parecen estar hecho de piedra, de acero. No desean moverse, no pueden moverse, y vuelvo a intentar guardar silencio, aún cuando sé que la partida está perdida. Aún cuando entiendo que no sirvo para ello… pero cómo lo deseo. Porque al guardar silencio me acorralo, yo misma me empujo contra la pared imaginaria de los velos y me enfrento. Me doy yo misma contra el pecho, me hablo seriamente, me grito, pataleo, y trato de enseñarme como entrar en razón y salir de este enredo.

Siempre, al final, guardo silencio… aún cuando ya lo he dicho todo. Porque todo lo transmito, porque todo lo escribo, y a veces simplemente porque lo pienso. Pero el truco existencial de mi magia interna está en que no todo lo que pienso es cierto. Yo me creo las fantasías acorraladas en la mente de las que salen serpenteando las prosas y versos amoratados del deseo efímero que caracteriza mi estilo sudorosamente poético. ¿O es acaso eso también una ficción de mi mente? ¿Realmente he vivido yo todo eso? Ya no puedo contestarme, porque aunque deseo guardar silencio sigo hablando en rimas rotas y lenguas vaporadas de inciertos. Sigo reviviendo mis mentiras, acorralándome en mis huesos, consolidando la espera de un reproche, de una excusa silbada entre mis dedos. Y no deseo ya palabras, no deseo mentiras dichas en un arrebato de fuego, no deseo excusas vacías de angustias solitarias y pasiones arreboladas donde se quemó el intento de expulsar las indecencias de los cuerpos. Mejor guardemos silencio… y enfrentemos el declive de un cariño andariego, de un abrazo furtivo y un amanecer tranquilo, sin nada de lo que arrepentirse en el desperfecto utópico de lo inquieto.

Mejor mantengo el silencio y evito… Evito revivir las mentiras efímeras de una excusa socavada y guardarme en la mente los recuerdos.

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