6 de noviembre de 2008

Socórreme...

Socórreme que ya no puedo
llorar si no es contigo.
Ya no puedo decirle
mis penas a otro.
A otro que no me mire
con tus ojos...
Sin tus ojos tristes
sobre mi rostro lloroso.
Sin tus cabellos negros
de ébano oscurecido
rozando mi mejilla.
Socórreme que ya no puedo
recostarme en otros hombros.
Necesito tu deseo
y tu anhelo escondido
de quimeras enloquecidas
que buscan encerrárme toda la vida
en la tuma perdida
de amores pasados.
Socórreme que ya no puedo
besar si no es contigo.
El roze desesperado
de un silencio prolongado.
El aprender sudorosa
el lenguaje de tu lengua
y rozarte los dientes
dejándote ligeramente excitado.
Socórreme que ya no puedo
bailar si no es contigo.
El movimiento de dos cuerpos
a son de amor desesperado
ya ningún secreto esconde,
ya ningún atractivo guarda.
Cómo bailar en tu cuerpo
sin tus caderas excitadas
atacando las mías,
sin tu abrigo de piel
aropando mi ser?
Sin tu sudor lubricante
yuxtaposicionada a mi pecho
en pie, excitado y anhelante.
Socórreme que ya no puedo...
El orgasmo de tu vida
me hace morir desquebrajada
y pierdo el sentido
de todo lo que me rodea,
todo lo que importa y embelesa.
Veo tu rostro frío, lejano
y una lágrima cae solitaria
por la mejilla aquella
donde antes rozaban tus dientes,
tus labios fuertes.
Socórreme, desgraciado, que ya no puedo...
pero tus pasos se alejan decididos
mientras grito:
Socórreme que ya no puedo
ya no puedo amar si no es contigo!

Confrontación



Simplemente mírame, véme...
Nada más exigo.
Solo el deseo de no ser invisible,
de sentir en mis sentidos.
Todo lo demás sobra,
todo lo demás...
Solo soy aquella ingenua
que olvidó que amarte
era el castigo a sus penas.
Soy la resignada...
No te gusta, no me gusta,
pero es el es, la verdad.

Mírame a los ojos
sin quebrarme la mirada.
Imposible?
La imposibilidad está sobrevaluada.
No te escribo por amor,
pasión o deseperanza.
Te escribo con cobardía,
deseo y mil lágrimas
aguantadas, crucificantes,
en medio de mi garganta.
Te escribo por no llorar,
por no perder otra noche sin palabras.
Te escribo por escribirme,
por plasmarme, verme,
y encontrarme entre tus ansias.
Después de todo, quién soy?
Soy la vagabunda de días,
y horas ocultas.
La solitaria social
de un brindis fracasado.
Lo digo con la misma pasividad
con que te dije "adiós", "te quiero",
o "quizás lloverá mañana".
No es un canto apasionado,
sino fugaz, aislado,
recíproco de pesares,
y soledades latentes en los párpados.
Podría continuar eternamente
este subterfugio de emociones atrasado
pero no deseo la continuidad eterna
de un anochecer pasado.
Deseo expresarte la lágrima furtiva
por no poder rememorarla
sin dejarla caer por mis peñascos.
Por eso te escibo... por mí!
Porque en mí misma te cargo
como un amor latente
cocido en mis pedazos.
Añorante desenfrenado.
Pedazo de piedras,
espanto de antaño.

Mírame mientras te hablo!
Qué he robado tu alma
eso te asusta?
Qué he sentido tu piel
y te lubricas?
Qué he oído tu voz
sin tus palabras?
Mírame porque es necesario!

Mira dentro de mí,
donde ya las palabras
pierden significado.
Mírame más allá del ojo solitario.
MIRAME!
Es una exigencia, un llamado,
es el grito agonizante
de mi alma que te está reprochando.
Mírame, bastardo!
Mira lo que has abandonado!
Observa claramente
el equilibrio extático,
del estómago torcido
que retumba entre tus manos.
Mírame! porque sino...
Por qué sino... qué?
Una amenaza vacía,
un recuerdo lejano?
Mírame, eso es todo.
Con mirarme me conformo,
me encasillo en ese marco
y me rindo brevemente,
me dejo caer entre tus fardos.

Mírame...
Es un susurro entrecortado.
Es el ruego silencioso
del amante olvidado.
Mírame...

Mírame y verás,
el rostro que te amó
con tanto escándalo.
El que se retorció, vencido,
entre tus pies amoratados.
El que heriste de pasada,
sin importancia,
sin prestarle más reparo.
El que aguantó soñoliento
el insulto del deseo
entre tus piernas
y la esperanza vacía
entre tus brazos.
El que olvidó su cuerpo
y recordó el silencio
por capturarte un minuto
entre sus pechos.
Mírame!
Lo grito con la vaga esperanza
de atraparte en mis pestañas
y devorarte enteramente,
con furia y venganza,
el cascarón inmundo
de tu vacía arrogancia.