14 de noviembre de 2011

Derrámame en tus manos





Nada… las palabras se me pierden en la cabeza y siento que deje dormir las musas en el cuarto de las historias repetidas. Las pobres soñolientas olvidaron que la vida ya no tiene inspiración divina. Solo existimos ellas y yo… ellas y yo, más nada, salvo la nada. La nada es el vacío existencial de palabras agónicas y susurros somníferos. La nada es la vertiente angustiada del silencio ideológico que revirtió en las cuatro paredes de una recámara vacía. Y a veces, ¿por qué no?, hasta la nada se me pierde en el rincón sin encontrar de los objetos polvorientos que serpentean por la iracunda ciudad dominical. Abaniquemos la existencia, a falta de algo más que hacer. Susurremos la indecencia y desgarremos el pecado de un sin pencado abandonado en la puerta, en la ventana, en la cama de una musa venidera. Succióname, piérdeme, agonízame… déjame. Sobre todo déjame… déjame volar por la necesidad infructífera de una promesa incumplida. Déjame silbarme las verdades y ocultarme las mentiras. Déjame inclinarme en el espacio ocupado de una sombra revertida. Déjame, abandóname… amárrame. Ponme las esposas polvorientas, y deshecha la llave antes de que el alba se me cuele en las entrañas y me arremeta la piel de realidades brillantes y culpas oscuras. Dame, simplemente agrédeme… Hálame el pelo, amordázame, golpéame, aquiétame, sonríeme cruelmente y luego… muérdeme con la angustia guardada de noches insatisfechas y amores guardados a son de caricia sin pasión verdadera. Soy frágil pero no te aflijas, que lo delicado de la piel no refleja mis indecencias cumplidas. Se me quedan las marcas superficiales, no lo niego. Las profundas las esquivo con el arte innata de la amante pasajera. Yo, la que nunca ha pasado la noche acompañada. Yo, la que nunca ha disfrutado una caricia amada. Yo, la solitaria amarrada en una cama, deseando con el alma que alguien la agreda, que alguien la amarre, que alguien le dé una nalgada sonada que la haga sentirse acorralada como un animal perdido, como un ser a punto de caer al precipicio. Es así como único siente, como único desea, como único gime extasiada; porque la pobre se pierde en su nada. En su nada de palabras y gemidos sonsacados, en las inclemencias de un ardor socarrón, de un mordisco profundo, de un arremeter violento… Viólame, y déjame; pero repíteme. Repíteme la aventura de un mordisco, el éxtasis de la nalgada, la potencia del arrebato, el gemido de un cabello estirado. Perviérteme entre tus dedos, piérdete entre mis labios, agoniza entre mi saliva y succióname los pedazos. Quizás, entonces, logres derramarme en tus manos…

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