8 de febrero de 2007

Morirme atragantada

Paladear sus palabras.

Succionar sus gestos.

Tocar mi lengua en su mirada.

Morder mis ansias en su pecho.

Besar cada cana tras su oreja.

Saborear agonizante sus entrañas.

Morirme poco a poco entre sus uñas,

Y revivir arrebolada y blanda.




Beberme sus murmullos.

Bailar un tango horizontal de cama.

Socarronamente ensalivar su espalda.

Agonizar en sus uñas blancas.

Y respirar entre el cabello sudado que me cubre la cara.



Y mañana de nuevo me placeré en repitir todas estas acciones con las mismas ansias (o quizás otras, quizás más, quizás distintas o más calmas)…


Porque cada día contigo es una primera vez carnalizada... y cada aventura una pequeña muerte del alma que resucitará en la madrugada.

Soñar no cuesta nada


Sonó el teléfono entre los acordes de una canción de esas "remendables", es decir que uno nunca la canta bien y de todas formas como uno la canta se escucha mejor, y entre los pasos medio perdidos, medio encontrados y un tanto inventados me dirigí a contestarlo. Mis caderas se movían al ritmo de la canción mientras escuchaba a una de mis amigas al otro lado de la línea decirme cuan terrible su vida podía ser... La interrumpí, un tanto agresivamente (nada extraño en eso), exhortándola a ser precisa y dejar de rodear el asunto. Al final llegamos a un acuerdo. Saldríamos. Ambas necesitábamos despejarnos, olvidar por un rato los problemas, el trabajo, los amores frustrados de noches increíbles no-perdurables que se atascan en la memoria a falta de algo mejor que hacer, como dormir (Llevo cerca de dos años con un insomnio crónico. Digo, una vez pasa del mes es crónico, ¿no?) Como sea. Había un show sobre fetiches en el Newyorican en Viejo San Juan y quede de pasar por ella a eso de las 9 pm. Perfecto.




Llegamos un poco temprano al sitio porque Ariane me llamaba cada quince minutos a ver si ya había salido de la casa. ¿Cuál es la prisa de todas formas?, le dije. Quería llegar a tiempo para tener buenos asientos. ¡Como si un pub fuera tan exclusivo! Estaba un poco de mal humor, pero poco a poco me calmé. Estaba a reventar el sitio (de lleno). Como sea, el show fue genial, me reí, me maravillé, e incluso en varias ocasiones me sentí avergonzada, pero todo es parte del espectáculo. Luego del show, todo mundo salió del pub llenando el callejón de gente tan diversa, tan compleja, tan distinta en todos los aspectos y sin embargo, todos habíamos ido con la ida de ver el mismo show. Una banda de salsa comenzó a tocar y la música llenaba el callejón, nadie parecía darse cuenta entre las risas, las conversaciones demasiado estrepitosas y el humo de cigarrillo. Yo estaba un poco ebria, un poco nada más, por lo que decidí dejar de beber. Me toca guiar siempre, así que mejor tener cuidado. Ariane apareció y me arrastro por todo el callejón presentándome gente, le digo la Gobernadora, porque parece conocer a todo el mundo. Total que soy terrible con los nombres y cinco minutos después no estaba segura ni de recordar el mío. Logre escaparme de las presentaciones y me detuve cerca de una de las puertas para poder escuchar la música a gusto. Cerré los ojos y me deje llevar. Bailé sola durante unos cinco minutos poniendo toda mi alma en la tarea. Necesita algo que me quitara de la cabeza la sensación de soledad entre tumultos. De pronto, sin saber de dónde vino, quien era, o porque, me sentí halada fuertemente y abrí los ojos encontrándome con un hombre sonriéndome. Me dio una vuelta sin preguntar y antes de darme cuenta bailábamos riéndonos. Pegados, despegados, como solo la salsa te hala y te tira sin mucho esfuerzo y demasiado ritmo. Nunca había bailado así con nadie, como si estuviéramos perfectamente sincronizados. Fue como el momento kodak que anuncian por televisión, típicamente salido de una película a blanco y negro. Conocerlo fue un buen final para la noche.




Resulta que para bailar es para lo único que estábamos sincronizados. En todo lo demás, él iba muy deprisa, yo quizás demasiado lento y luego, simplemente, no nos hemos vuelto a llamar o a ver ni por casualidad. Quizás lo llame un día como hoy en que bailar es lo único que podría quitarme el comezón del alma, y el dolor del pecho. Mientras, seguiré bailando sola en medio del callejón, tal vez un día aparezca igual de repentino, me tome del brazo nuevamente… y esta vez (¿Por qué no?) bailemos hasta el amanecer.