27 de septiembre de 2011

Este Mickey es más cabrón...


Este Mickey es más cabrón. Me pidió que hablara de otra cosa que no fuera de amor. Como si uno pudiera sentarse a filosofar, así nada más, de las mierdas perpendiculares de la vida que jamás te dejan en paz y después hacerlo en verso, mira que pendeja’.

¿De qué demonios quieres que hable si lo que me sale son puras pasiones agobiantes de las que no me dejan soñar en otros vientos ralos que me ayuden a volar? Imagino que haré el intento, si no lo estoy haciendo ya, para complacerte y complacerme que el reto no lo puedo dejar pasar. Y es que debo decirte que sin quererlo has abierto la lata sin nombre que me guardo dentro. La que está marcada como peligro socialista, revulera de antaño, de las que sin ser fupistas supieron resguardarse de un palo. ¿Pero de qué hablo? Ya ni yo me entiendo, mejor me cambio de estrofa y olvidamos esta palabrería absurda que me salió por la boca.

¿De qué demonios hablar cuando la agonía sonora de las aguas lejanas me inspira a cantar? ¿De qué demonios hablar? La pregunta premiada, la de los sesenta y cuatro mil chavitos, como decíamos cuando chamaquitos. Y me tengo que reír, no lo puedo aguantar, porque esta parafernalia de versos cafres me tiene halándome los pelos en la oscuridad.

Y este Mickey es mas cabrón… es el calvito chulo de las mil putas insoportables que lo textean sin parar, como una ola que lo ahoga justo en el momento donde se decide aguantar. Es el chico interesante, de oídos abiertos que siempre me escucha sin quejar. Por eso decidí escribirle, por eso nada más. Porque sé que al menos una sonrisa le va a sacar. ¿Y después de todo esto que me falta por mencionar?

Me falta el hecho de que no quiere trabajar, que no acaba y arregla el carro, a ver si de vez en cuando, me pasa a buscar. Que esta igual de pelao’ que yo, pero mira como es la vida, que siempre encontramos pa’ bebernos la mar entera si nos la dejan llevar. Porque es imperativo, porque para que negarnos la nota de la semana, si total no sabemos si veremos la mañana. Y al final ¿aún deje algo sin mencionar?

A pues claro, que este Mickey es un cabrón, pero ¿qué se puede hacer? Si total, a la larga, las cabronadas cabronas de la vida son las que nos inspiran a parafrasear los versos agónicos, las mañanas sobrepuestas, las soledades ingeniosas y las pasiones vergonzosas de otra salida más. Así que Mickey Man, Mickey Mouse, Mike de los Mickey de Mikelandia, sigue siendo un charnelco que aun así te quiero y a retar a otra con escribir barbaridades cafrondas que al final no llegan a ningún lado que no sea al terminar obligatorio de decir: “Este Mickey es mas cabrón…”.

Querías matarme...


Querías matarme, eso decías, querías arrastrarme a las olas del saber sobrepoblado. Alumbrarme las alforjas recónditas del sueño y adorarme como se adora lo pasado. Eres la epítome perdida de un subterfugio emocionado, de un andar tranquilo sin amaneceres de resguardo. Es como fabricar dulcemente el sentir arrebolado de un día más que no se pierde, de un anhelo más que no se guarda, de un susurro más que he perdido y un amor cocido en las pestañas. ¿Cómo abrazarte entre lamentos? ¿Cómo sentirte entre suspiros? Eres el recuerdo excitante de lo que nunca ha sido, de lo que jamás sonó como coda aleteante de mi sabiduría. Eres aquello que se pierde en los rincones dormidos de la vida.

Y sin embargo, querías matarme, eso decías. Querías odiarme entre susurros lagrimados, entre el deseo yuxtaposicionado y el ánimo de gotas succionado. Querías sentirme, es el problema, querías saber de dónde saco el material húmedo de mis versos lejanos, de mis noches perdidas, de mis torturas frugales de besos intoxicados. Querías matarme, mas no corpóreamente, eso lo sabes, confiésalo entre suspiros solapados. Sé me fiel en las sonrisas, no te pierdas en la penumbra sigilosa del pasado. Augúrame un momento entre tus brazos, profetízame el placer de tus pedazos, y luego mátame lentamente, arrebátame el aire entre tus dedos, desmáyame el alma entre tus brazos y déjame, déjame moribunda en las sábanas vacías de un retrato que te cociste en la mente para olvidarte de mis labios.

Querías matarme, eso decías… Aprovéchame ahora… Ahora que te estoy esperando.

26 de septiembre de 2011

Necesito Inspiración


Necesito inspiración… de esa que sobra en los burdeles y hace falta en los mercados. La que se hace con ojos lagrimosos y es vital en las noches de amor desenfrenado. La que se hunde en hogueras de cemento y me agobia el pensamiento entre andares ajetreados.

Es como la versión sin talento de algún martes sopesado donde la agonía de sentirme otra me descompone los pedazos. Ya desconozco a donde voy, caminando, tropezando, con la necesidad innata de encontrar la musa estática de mis versos pasados.

¿Dónde deje las manos inquietas que en otro estado tocaron extasiadas el ofrecimiento tieso de un revolcón regalado? ¿Dónde guarde las ansias locas de sentirme sexy en un par de botas y el cabello esmorusado? Era la versión amoratada de una lágrima salada en éxtasis noctámbulo de labios hinchados.

Y suspiro ciegamente a oscuras en mi recámara, ya vacía de amores clandestinos o versos húmedos que se pegan a la almohada. Ya desvestida de aromas que no sean jabón Purex con olor a desayuno empaquetado. Es la vieja historia de buscar lo que se tiene, lo que se esconde, se guarda en el fondo del ser por no revivir los viejos pasos, deseos, frustraciones, soledades encaprichadas de un beso furtivo de alguien que jamás te mira más allá de los ojos, o te consuela mas allá de la cama.

Necesito inspiración… Inspiración soleada de la que brilla en los rincones como un destello de ser en mis pestañas. La que me enseña a diario que la vida es la pena calmada de quien se propone lucharla. Necesito inspiración de la que gime entre orgasmos agónicos que revuelcan las sábanas. Necesito inspiración, necesito ansias y quizás (¿Por qué no?) un poco de sexo sudado que me haga sentirme más cerca del cielo, más caliente que el infierno y en medio del calvario agudo de un grito solazado.

¿Pero de que hablo? Si la inspiración la guarda el deseo andariego de morderte el hombro, de besarte el cuello, de violarte a oscuras en un local abandonado. Enséñame a tocarte, a alcanzarte sin sentir demasiado, que los sentimientos peligrosos me los guardo. Me los encadeno al alma y luego los suelto, revolcados, para que compongan las letras furtivas de un poema oxidado. Así que inspírame… Inspírame el deseo degenerado que en otra época lambió mi mejilla y susurró en mi oído mil palabras vergosas, sudorosas, y algún amor de mentiras que me robó el aliento... por un rato.