4 de noviembre de 2006

El que nunca dijo adiós




He soñado con que te olvido, y ha sido un sueño placentero.
Me he sentado en la Iglesia (en mi sueño) en uno de los bancos, cruzado las piernas y alisado mi vestido negro. Mi sombrero de ala ancha cubria mi rostro, y debajo, mis ojos buscaban tu figura sin descanso. Te encontre de pie junto al altar, esperando... Mi rostro sin lágrimas te devoro con pasión y frialdad, con el sentimiento de aquello que se añora mas no se logra alcanzar. Me miraste, y alzé el rostro desafiante. Sonreí.
Aún recuerdo nuestro único beso...
Aquel que nos dimos en una noche oscura, sin querer, por casualidad del destino... ¡Que ironía perder lo que nunca se ha tenido!
Pero en mi sueño, con el peinado impecable, la figura en aquel traje de diseño que jamás tendré, y mis ojos perfectamente delineados soñé que no te extrañaría, que jamás volvería a ponerme nerviosa ante el sonido del teléfono móvil, cuando ponía en su pantalla tu nombre de telenovela barata.
Una vez terminada la ceremonia comenzaste tu avance lento, gatuno,hacia donde yo me encontraba. Tu figura en el pasillo me desequilibraba el alma y su mano en tu brazo me causaba nostalgia. Todo sucedió como planeado... Me levanté de mi silla lentamente y mis ojos buscaron los tuyos. Nos encntrabams a unos cinco pasos de distancia, ella frenó en seco su avance, y todos los ojos se posaron en nosotros como un partido de tennis. Sonreí y deje caer una lágrima como despedida....
Sé que escuchaste el sonido rítmico de mis tacones y que clavaste los ojos en mi espalda hasta que me perdí de vista. Sé que debiste bajar la cabeza con tu mirada fija en la punta de tus zapatos negros, porque la cobardía te habia llevado a donde estabas. Porque nunca tuviste el valor de negarle tu alma al destino cruel que lo domina.
Seguiré mi vida sin pensar en lo que hubieramos podido tener. ¿Para qué? Después de todo, espero no extrañarte, tanto dormida como despierta. Era mi sueño... espero se vuelva realidad. Espero que el semblante frío que logré dejar ver oculte completamente los deseos de llorar, el adiós cobardemente pasajero, el deseo y la añoranza que se esconden en mi corazón. Asi que adiós, yo conseguiré otro que junte los pedazos que dejaste esparcidos, y ella consolará tus carnes más no tu corazón. Ciao...


Sheila L. Ramos
28 de septiembre de 2005
8: 41 p.m.

17 de octubre de 2006

Carbones sudorosos




Soledad de martirios carbonizados en las secuencias oscuras de un alma revuelta por el afecto ajeno del que nunca recuerda el día de la resurección de tu cuerpo y su cuerpo enrredados entre un charco de esperma de vela, sábanas olvidadas en un baúl vaporoso, y una señal de miércoles de ceniza haciendo aún más morboso el encuentro de dos negros violentos sodomisándose en un viejo motel de la carretera vieja de Caguas con adornos egipcios. Al entrar 40 dólares y un pote de vaselina. Al salir amores jurados que se quedan en la esquina y una vez más padre y monaguillo en la misa del domingo.


Sheila L. Ramos
Universidad de Puerto Rico
17 de octubre de 2006
4: 38 p.m.

*Suspiro*


¿Amor? ¿Cómo se puede llamar amor el golpe precipitado, la patada directa a las costillas de un hombre que decía adorarte, que besaba tu rostro, y secaba tus lágrimas? Pero aguantas por amor, por ese amor que algún día sentiste, ese que hace unos años era tan bello, tan sublime. Los momentos horribles los cura la inconciencia, te dices mientras tirada en el suelo, en un charco de tu propia sangre, no puedes ver sino oscuridad, y piensas que al menos, pronto perderás el conocimiento. Y rezas, suplicas, y cuando al fin llega la oscuridad la abrazas con todo tu espíritu. Al despertar, vuelves al mismo martirio, al mismo calvario. Todo por él, porque no es su culpa, al menos eso dice. Es tu culpa, porque tú has cambiado, porque ya no lo tratas igual, porque ya no lo amas igual. Es tu culpa, te grita con cada golpe que te da. Y tú, pobre ingenua, pobre muchacha necesitada de afecto se lo crees. Porque él no era así, él era perfecto. Era guapo, bueno, exitoso, sensible… Era el hombre de tu vida. Lo que nunca pensaste era que el hombre de tu vida podría ser también el hombre de tu muerte. No es tu culpa… pero eso no lo verás porque los golpes te han hinchado los ojos severamente. Y el llega arrepentido, como otras veces, con un ramo de flores más grande que su conciencia y te pide perdón, repite la misma promesa de antes. “No lo volveré a hacer. Buscaré tratamiento para mi coraje. Te amo.” Y tú llorando, le vuelves a decir que sí. ¿Por amor o por miedo? No lo sabes pero no importa demasiado, tu cerebro ya está entumecido por los medicamentos para el dolor. Pasa un mes, y el regresa siempre de buen talante, feliz, te besa, te abraza, y ayuda al niño con las tareas. Tu hijo, ese pedacito de vida que hicieron juntos es lo único bueno que ha salido de esa relación. Lo sabes, por él no te puedes ir, porque adora a su padre. ¿Cómo separarlos? El niño sonríe y mira a su padre con ojos grandes, muy abiertos, expresivos, mientras le ayuda con las tareas. ¿Lo adora realmente o le teme? Una semana más tarde llega ebrio, tirando todo lo que encuentra en su camino, molesto pues la junta de trabajo no fue bien y perdió una cuenta muy importante. Intenta acercarse a ti, el niño se esconde tras tu cuerpo. Te planta un beso con olor a whisky y pega tu cuerpo a su cuerpo. Tu lo alejas con los brazos. “No, por favor. No.” Pero él te golpea, fuerte, rápido, en pleno rostro. El niño se asusta y grita. El padre lo toma por uno de sus pequeños brazos y alza la mano… ¿Qué haces? Es tu hijo, tu pedazo de sol en ese infierno. Tomas lo primero que encuentras y le das un golpe fuerte en la cabeza. Inconsciente, ha quedado insconciente. Sin perder tiempo, corres… por tu vida, por la de tu hijo. Momentos desesperados, riesgos… pero si esto no hubiera pasado, y si hubieras sido tú la que estuvieras inconsciente en el suelo. Quizás hubiera logrado matarte, por fin, ¿entonces qué? ¿Qué hubiera pasado con tu hijo? Una decisión a tiempo es importante… ¿Por qué la dejaste para tan tarde? Y correr, correr del maltrato físico, emocional, espíritual del que fuiste víctima por tanto tiempo. Correr… el resto de tu vida.

Sheila L. Ramos
16 de octubre de 2006
4: 04 p.m.

17 de septiembre de 2006

Safo encadenada


¡No te lo pienses y ataca!
Sacudeme el precipicio
entre tus faldas
de mujer energética y alterada.
Re-mátame con mi daga abandonada.
Encadéname la libertad
mientras bajo en picada
la alta cumbre de los celos
donde me has abandonado fatigada
y revuelta como muerta sin calma.
¡No desesperes, ataca!
Hazme sentir la muerte
en un soplo de vida
con el golpe de tu arma.
¡Desgárrame las entrañas,
oh, niña de rubios cabellos!
Separame el coraje del alma
y dejame seca....
pero en calma.

15 de septiembre de 2006

Respuesta

Una compañera cuentera leyó los anteriores relatos y me refirió a unos de ella... Mi contestación fue tristemente la siguiente:

"Un sentimiento que muchos hemos vivido... Ese amor de años que vivimos a través del computador. Enamorados del amor a la distancia como quién ama lo imposible, lo abstracto, lo inalcanzable... Enamoradas como nunca lo estaríamos del que está aquí, del que me mira cada mañana y me susurra extasiado, del que me consuela y me anima, del que acá intenta llenar el vacío del que nunca estará.... Del hombre que se esfuerza, se compadece, se interesa, del que me llama simplemente para saber como estoy y recuerda mi cumpleaños cada año el día antes. El hombre perfecto que si he encontrado no he sabido ver porque la sombra del que no está opacará siempre su presencia... ¡Maldito destino de mierda que nos prohibe percibir lo que nos conviene saber del que se queda y nos resalta extasiado, malévolo, todo lo magnífico del que nos abandonará cada noche sin poder evitarlo!

Enamoradas del amor... y ¿para qué negarlo? Un tanto masoquistas al estarlo...
Pero sin poder evitarlo, como todo lo que sin que nos convenga deseamos intensamente, seguiremos enamoradas del amor a la distancia... Hoy y siempre, por que el amor... el amor siempre será amor, como dijo mi viejo lobo, sin importar el medio, la época o el momento...

El amor a la distancia tiene el sinsabor amargo de lo inalcanzable y por ello el deseo de mantenerlo vivo eternamente... Así que, cada noche, inmortalizaré su rostro en mis pestañas por no poder inmortalizarlo en mi cuepro.

Ciao. Sheila."

14 de septiembre de 2006

Luego de la inmortalización lagrimosa en mis pestañas


Te inmortalizé en mis pestañas...

... el silencio ahogo mis lágrimas....


y ya solo me queda el recuerdo de algún tiempo mejor
en el que tu beso encuentre mi beso
como maldición
de errantes palabras y gestos
desperdiciados a son de vals
en un mundo como el nuestro.

Yo te inmortalizé en mis pestañas....

¿Tu contestación?

CRUEL SILENCIO Y UN PASAJERO "YA HABLAREMOS MAÑANA"....

10 de septiembre de 2006

Aprieto tu mano




Aprieto tu dedo y caminamos.
Tres años de palabras fugaces,
momentos furtivos,
y besos vacíos
no encuentran espacio
en el vaivén de dos fugados.
Aprieto tu dedo en mis pequeñas manos
y ya no siento el tiempo.
Veinti-tantos años
de rondar las calles de mi isla
no me han enseñado
sino sonrisas torcidas
por la memoria ajena
y algún revolcón regalado.
Soñar lo imposible
de aquel amor callado
y esperar...
Espera eterna de verdades.
¿Por qué será que el ser "Mejor"
nunca es suficiente?
¡Hombres!
No les interesa sino lo más fácil.
La rubia de cuerpo ensorullado
que se cree astronauta
y no sabe calcular un carajo.
La mujer egoísta y superficial
que resplandece ante el mal ajeno
y no cede hasta haber ganado.
La que busca perpetuamente separarnos...
¿Lo ha logrado?
Por temporadas pareciera soñado
el olvidar el simple gesto
de tomarnos de la mano.
El reconciliarnos
con un beso en la nuca
con sabor a cerveza y cigarro.
Pero recordaré siempre el ancho de tus brazos
alrededor de mi pecho,
el silencio de tu beso
en mi mejilla,
el roce de tus piernas
contra mis nalgas,
y aquel cigarrillo compartido
entre piropos olvidados
cortesía del chichaíto
que bebimos por no tocarnos
y que nos unió ante sus ojos,
los de aquella,
como dos amores, dos amantes,
dos amigos, dos hermanos,
dos locos de corazón enajenado.
Sin embargo, el único recuerdo
que deseo conservar embotellado
es: yo sentada en tus piernas
con mi mano en tu mano
y el susurro de un "Te amo"
haciendo cosquillas en mi oído...
Hoy solitario.

Inmortalizarte en mis pestañas


Anoche te inmortalizé en mi memoria.
Grabé tu rostro en mis pupilas
y tus gestos en mis manos.
Arrugé el rumor de tu voz en mis bocinas
y te dediqué la distancia
de una canción maltratada,
herida y solitaria.
Anoche inmortalizé la distancia
que separa tu cuerpo y el mío...
La añorable distancia de mares,
preparada para ahogarnos el destino.
Tú y yo... ¿existimos
o simplemente recordamos
existir entre semana?
Entre amores de pantalla
suplicados, jurados,
a son de eternidad.
Sin vernos las caras...
Dos locos enamorados
del amor a la distancia.
Con votos de fábula,
santidad y ceremonia elaborada.
Pero, ¿cómo evitarlo
si el sonido de tu voz
colado como pecado por mis bocinas
me rasga entrecortadamente el alma?
La risa malévola del destino
hace eco en mi garganta
al susurrar tu nombre,
al observar tus ragos marcados,
tu sonrisa pícara...
¡Que imaginación vivaz y desbocada
la que en las noches nos permite
el roce de besos extasiado!
¡Tantos años de amor enmascarado!
Somos pesadillas de júbilo
y espantos lagrimados.
Deseo abrirte el alma
al nível de mis manos
para confiarte,
mi más tierno anhelo
y mi recuerdo más pesado.
Pero me conformo...
momentáneamente esperando.
Sentiré cada noche
tus manos, tus brazos abrazarme,
y entre beso y beso susurrarme
locamente extasiado.
Hundir la cabeza a mi lado
y madrugarte en mis abrazos
para abandonarme cada mañana
y dejarme lloviendo con un olor fuerte
a azufre quemado
en mis pestañas
que entre gota y gota
se traga una nostalgia.

¡Dedicado a mi Manchego, donde quiera que estés!

4 de agosto de 2006

Al borde del precipicio

Sobre aquella montaña que caminé una tarde escribí la carta que aún me quema. Pero pensar en aquel suelo verde y el paisaje complejo ante mis ojos me llena de nostalgia el cuerpo. Añoro las tardes pasadas mirándo del balcón hacia abajo. Aquel risco de matorrales y a lo lejos las luces pequeñas de la ciudad como reflejo de las estrellas. Recuerdo estar aquí parada mientras llegaban a mis oídos las risas alegres, incrédulas, y extremadamente vivas que se colaban por puertas y ventanas en aquel rincón escondido del mundo. Aún las puedo escuchar e identificar claramente a quién pertence cada una de ellas. La risa fuerte de mi abuelo al bailar merengue en la sala, la risa gritona y jovial de la prima de mi madre que lo acompañaba, la risa baja y la sonrisa amplia de mi abuela que movía las caderas en el mismo sitio y la risa suave, delicada y muy femenina de mi madre que calentaba la leche para el café en la cocina. Es la risa que no heredé, el gen que se saltó el formar parte de mí. Tengo la risa de mi padre. Una risa fuerte, clara, alta y con un sonido un tanto maqueavélico a veces, como de bruja; pero es una risa poco utilizada. Pero aquel recuerdo que involucra tantas perosnas solo tiene un protagonista, mi abuelo. Mi querido viejo... Aún lo escucho hablar con aquel acento que no le he escuchado a más nadie, con el timbre fuerte, y la expresión burlona. Lo veo sentado en la mesa de comedor pequeña de aquella casa, con su tope en cristal que amenzaba con hacerse trizas en el suelo cada vez que lo tocabas. Su taza de café “puya” en las manos, la que había que ofrecerle cada vez que visitaba para que no se fuera a los dos minutos de llegar. Su sonrisa tenía algo de especial, de cómplice, como si tratara de recordarte un secreto que solo tú y él sabían. Cuando me abrazaba sentía todos sus huesos pegados a mi piel, apretándome. Eran tan alto, tan flaco, tan diferente a mí. Era un nómada, campesino, constructor, cocinero, soñador... lo era todo. Hacia de todo sin una queja y era tan voluble como pocos. Podía estar catorce años construyendo una casa, la casa de sus sueños, para luego venderla. Vender la casa de mis correrías de niña, mis sueños de volar y soñar en la hamaca del balcón. La casa a la que recuerdo debíamos subir por una escalera de madera que me paralizaba los músculos a la mitad de subir y bajar. La casa donde la cocina no tenía techo en el lado derecho, donde Tyson, el perro enorme de mi abuelo, me recibía ladrando desesperado y tumbándome al suelo con el peso de sus patas. Recuerdo las reuniones familiares cada Navidad. Mi abuelo había construido una pequeña casita sin paredes donde se preparaba el fogón. El lechón y el arroz al carbón, las viandas y todo lo que se pudiera se hacían allí. El olor a humo mezclado con carne aún me trae recuerdos... Solíamos poner tres mesas largas juntas en la marquesina en la que se acumulaban platos sanitarios, vasos, servilletas y las latas de Coca-Cola, Dr. Pepper o Coco Rico. Mientras los adultos cocinaban, los más chicos sacabamos una vieja bicicleta y subíamos la cuesta empinada que llevaba a la casa. La bicicleta no tenía frenos así que le tocaba siempre a alguno de nosotros el quedarse para detener a los que bajaban apresurados con los pies alzados en el aire. Siempre nos regañaba y amenzaban con hacer basura de la bicicleta pero mi abuelo nos hacia un guiño y volvía a guardarla en la cobija de los trastes viejos.
Siguen siendo los mejores años de mi vida aún cuando luego de tanto raspaso y golpe al bajar en bicicleta me ha causado un trauma eterno, y hasta el día de hoy no sé correr bicicleta ni me interesa demasiado aprender.
Mi abuelo era un hombre excepcional, honesto como ya no quedan, bueno, decente, trabajador, afectuoso con una adicción al café incurable. Murió hace... bueno, hace tiempo. No creo haberlo superado aún pero eso me ayuda a mantenerlo siempre presente. Lo extrañaré el resto de mis días, ¿cómo no hacerlo? Por eso te he traído aquí, para decirte que no deseo perder el poco tiempo que me queda. Que deseo verte, abrazarte, y besarte el resto de mi vida porque no somos eternas, realización que me ha caído de sopetón hace unos días. El amor nuestro lo llevamos, después de todo, en la sangre.
¿La carta que mencione al principio?
Aquella, mi niña, es la carta que escribí para olvidarte, en la que decidía abandonarte, no tenerte, no verte... La carta de mi cobardía, de mi razón sin sentimientos. La carta que nunca envié y que está presente como una llama dentro de mí. La que escribí para romper sobre el ataúd de un amor, de un anhelo, hace más de veinte años. La carta en que lo condenaba por abandonarnos precipitadamente... Ahora entiendo que no fue su culpa, que no fue planeado, que nunca pensó que me dejaría el trabajo de llenar con fotos el vacío de una voz, de unos brazos, de un amor sin límites, de un padre. Hoy vuelves a ser una niña con flecos y zapatitos blancos. Hoy tomaré tu manita en mis manos y volveré a transportarme al balcón aquel. Te enseñaré el paisaje de mi niñez que he convertido en mi pedacito de Edén para que lo compartas. Hoy te concederé observar mis pensamientos para que conozcas al bisabuelo del que te hablo sin parar como si de algo maravilloso se tratara, y al padre que nunca conociste pero que tenía la sonrisa más sincera que jamás he visto. Ellos, que no son sino un puñado de polvo en la tierra, aún bailan y ríen muy dentro de mí. Te abrazaré como ellos me abrazaron y te susurraré suavemente al oído que te amo y juraría que en un momento escucharé como por encantamiento las voces de aquellos que ya no están susurrarme en el viento como una nana que me arrullará el resto de mis días.


Sheila L. Ramos
Puerto Rico, Caguas-Carolina
24 Julio 06- 3:35 p.m.
01 Agosto 06- 4:00 p.m.

2 de julio de 2006

No digas nada

Gracias, él sabe quien es... por la frase...





Cuenta lo que sabes...
y calla lo que hacemos a escondidas.
Susurra, no respires y calla...
Calla lo que hacemos a escondidas.

Dile lo que sabes,
de lo que puede enterarse
pero silencia las salidas,
las ansias de amor en las esquinas.
Los deseos de morir entre quimeras,
entre excremento y sangre acumulada.
Calla...
El silencio es la única contestación que me hace falta.
Ya nada me debes,
ya todo está enterrado,
y entre buscar la búsqueda
olvidamos el asfalto.
Dí... Habla...
Susurra murmurando
aquella última palabra.
Mañana tu lengua
se habrá podrido
de tanto hablar vaporando
y entre lágrima de vidrio
saldrá el cocodrilo de mis brazos.
Acompañame un momento
al cuarto aquel
de mis refugios extraviados.
Rózame... bésame apasionado,
pero hazlo callado
apenas respirando.
O mejor aún...
Susurra, no respires,
calla... ¡por tu vida calla!
que si el viento nos escucha
querrá encerrarnos
en el cuarto iluminado
donde tu piel y la mía
son cegadas por espantos.
Donde los gusanos
nos carcomen
entre vapores apestados.
Calla...
No susurres, no grites,
no hables, ni siquiera abaniques
las penas, los formatos.
Olvida que existimos
y debórame lentamente...
Saboreando...
El pecado,
la herejía,
el sindicato,
y la manía de mordernos los labios
y succionar otras manos.
Espétame el cigarro
muy profundo en mis pedazos
de potranca que no siente
sino el silencio
de beber angustiada
la violencia, la oscuridad,
de tu deseo y el mío
en la vieja recámara.
El colchón,
mugriento de pasiones,
nos deja impregnados
otros amores
que jamás serán mejores
que tu silencio y mis ansias.
Así que calla...
Calla hasta que muera asfixiada
y derrama el manantial
de tu piel y mis letras
contra el viejo armario.
Susurra, no respires, y calla...
Calla lo que hacemos a escondidas
en las viejas esquinas
al tocar el alba.

Ella


Olvidé abrazarme
mientras te abrazaba
y encontrarme
fue agonía para el alma vieja
de mis amaneceres.
Mujer de otra noche sin mañana
decora de éxtasis la fantasía de este mundo.
Esparce tu carne,
regálame tu sabor.
Véndeme el orgasmo,
y soborname el corazón.
Abre tus caderas bajo la yerba fresca,
recorre con tus manos
tu cuerpo adolescente
y entre mirada y suspiro,
enseñame a olvidar.
Olvidar, dulcemente, que otra me espera
junto a la puerta de la casa aquella
de mis aventuras juveniles.
La que me espera maleta en mano
para decirme adiós.
No la culpo, ¿para qué?
Ella es de otro y yo olvidaré
su perfume entre tu sabor de niña
y tu cuerpo de mujer almidonada.
Entre tu saliva y su recuerdo
tocaré un vals antiguo, perezoso,
excitante y pasional.
Bailaré en tu cuerpo...
¡Pero no dejes, niña,
que te toque el alma!
Despídeme con una lágrima
y recuérdate entre mis dedos.
Cuando el compás de otro cuerpo
y el ritmo de otro latir
llene tu cama...
Recuérdate, muñeca, entre mis labios.
Luego...
desecha la memoria
o un lamento traicionero
adornará el camino
que trase tu cuerpo
cuando cambies de sendero
hacia otra cama.

9 de junio de 2006

Curvas de almohada





El pecado de tu piel
atada a mi piel.
La decadencia de la miel
que suda el impacto
del eyaculado.
El momento en que el acto
de morder
se vuelve apreciado.
Ya nada me mueve
más que tu cuerpo ahuecado.
Me masturbo tiritando
ante tu falo mojado.
Te deseo intensamente
como yegua en celo
de un caballo amarrado.
Me relambo, me tieso,
me vuelvo un cero
ante el encuentro
de tu piel en mis manos.
Mis caderas retumban
al paso que tus dedos trasan
sobre mi cintura.
Me volteas y me agarras fuertemente,
me pegas tu pene erecto, pendiente
del orificio violado.
Buscó con mi espalda
tu pecho sudado,
tus vellos enrredados,
y me amarro a tu cuello.
Me apartas el pelo,
me muerdes el hombro
y entre asombro
y tortura, tomas mis senos
apretando, apretando...
frotando...
el círculo rosado
y me penetras
una...dos...tres...
he perdido la cuenta.
Cada vez más potente,
más largo,
cada vez más salvaje,
más rápido.
Las rodillas tiemblan
y caemos enrredados
en la cama,
llenando de sudor las sábanas.
Empujas hondo,
cada vez más hondo
hasta donde ya no sabemos distinguir
tu cuerpo y mi cuerpo.
Exprimes mi sentir
y me susurras...
Nada de palabrerías,
de promesas perdidas
en los atardeceres de lluvia.
Simplemente silencio murmullado...
Agonía revuelta
de blanca esperma,
¡digo ESPERA!
El orgasmo me abraza,
el mundo me tiembla pesado.
Suspiro anhelando
tu leche en mis entrañas
y siento llenarme
luego de varias empujadas.
Extenuado me abrazas,
besas mi cuello
y entre cansancio y desvelo
me susurras sonriente
como ausente y presente:
"Curvas de almohada"
hasta quedar dormido
en mis espaldas.

Ella no soy yo...




Desconfío de tu anatomía,
de tu risa vespertina,
de tu angustia escondida
por mudar toda una vida.
Ya no sé bien quien eres
y no me reconoces por quien soy.
La angustia de ser otros seres
nos enfurecen el hoy.
Ya olvidé cuanto te quise
Tu calor, tu sabor...
Tú olvidaste la primera vez que me viste
Mi sexo, mi olor...
Amárrate a mis carnes
de socialista amaestrada
en una soledad.
Envuélvete una vez más.
¡No me hagas suplicar!
¡Eres mío!
Regresa a mí...

Olvida aquella rubia oxigenada,
anarquista despiadada.
Olvida su silueta de muñeca,
su mueca
de niña con perreta.
Recuerda mis formas curvas,
mis pechos blancos,
mi cintura abierta.
Mis gemidos de Boricua,
tropical, mujer, arena.
Vida de arrabales,
de noches bajo las palmeras.
Mi sabor de latina
enmendada en amores
y atardeceres bajando cremalleras.
Recuerda el guiño de la primera vez,
la vieja palabra y el "No te olvidaré".

Comparame con ella...
Con su sobriedad y gallardo,
su humedad fabricada,
su espontaneidad de antaño
más fría que una nevada.
Sus cabellos claros,
su piel áspera, arrugada,
su naturalidad ensayada.
Su sonrisa de engaño,
y su alfabeto en inglés
que no le para bolas al castellano.
¡Comparame con ella!
y verás...
que la que alienta tus noches no es ella.
La que te hace olvidar la corbata,
los modales, las palabras,
la que te excita y te embelesa
es esta chica puertorra
que olvidaste a orillas
de algún río entre Fajardo y Aguadilla.
No te pido que de ninguna te despidas.
Solo ten presente, amor,
que como me muevo yo
no hay gringa,
italiana, checa, argentina,
que te dispare el corazón.

Y es que así es la mujer boricua,
que no se detiene ante un "¡No!"
y trabaja con sonrisa y picardía
para dejarte en cueros
bien atado por los pelos
al mastil de su son.
¡Y recuerda que ella no soy yo!

Lola

Lola caminaba sola.
Tiene 7 años y cabellos rubios.
Lola se encuentra a Pedro.
Lola juega con Pedro.
Pedro tiene 10 años.
Cabello negro y tez oscura.
Lola juega con una pelota de Pedro.
Lola acaricia la pelota
suavemente, trágicamente.
Lola encuentra otra pelota
justo al lado de esa.
Lola la manosea
suavemente, trágicamente.
Se aburre y encuentra un palo.
Lola acaricia el palo
y agarrándolo fuertemente
empieza un movimiento
arriba, abajo
arriba y abajo.
Pedro grita y se retuerce.
Lola sigue arriba y abajo
suavemente, fuertemente,
trágicamente, angustiosamente.
Pedro grita sonoramente
y queda inmóvil, como inconsciente.
Lola para...y comienza a correr por el bosque.



Pedro ha quedado muerto por los golpes de Lola.
Lola, risueña,
sonríe por primera vez en mucho tiempo.

Correspondencia Tardía

Ella...
La mujer que espera
las cartas inexistentes.
La atrevida de una noche
que olvidó hacer las palabras
más sonoras, movibles, gesticuladas.
Las palabras inmóviles,
cerradas ante la humedad
y aquella caja plástica,
que es la misma que se interpone
entre pierna y pierna
guardando soñares de fábula.
Pero a ella...
Ya nada la consuela
sino su palabra escrita
en tinta pasada.
Ya nada la contenta
sino su beso perdido,
su deseo lejano,
su amor escondido.
¡Ella siempre será ella!
Será siempre la mujer rizada
de ébano hasta la espalda.
La mujer pintada
de fango seco,
y algún que otro árbol maltratado.
La mujer de risa potente,
y dientes blancos.
La que ves de pie en medio del tumulto
sin maleta, cartera o bulto
esperando al que se fue hace mucho.
Lo espera sin prisa
porque la carta llegó al fin,
después de tantos años,
con el olor de antaño
impregnado en las letras
y el espanto a muerte
dormido a un costado.
La mujer que espera
las cartas inexistentes
sigue esperando...
pero ya no por letras
impresas en papel cellado
sino por un ataúd cerrado.

Curvas borincanas


Curvas borincanas
perdidas, extraviadas,
entre tu pasión y la mía...
Curvas olvidadas
entre las sábanas bañadas
de nostalgias ensangrentadas...
¿Eran tus curvas o las mías
las que susurraban
viejos boleros desnotados
bajo aquella luna
o eran palabras flotantes
de vaporosa espera?
Ya la verdad no recuerdo nada
que no sea tu sabor de mujer,
cándida, violenta,
reventada en pasiones y
anocheceres de madreselva.
Mujer sin pares, ni vueltas
mujer de ardores razgados,
notas embrujantes
ojos magullados, espectantes,
como búho pendiente del avance
del ave de presa tras su pelaje.
Mujer, morena...
Curvas de cuatro bajo una palmera,
radio de telenovelas antiguas,
voces profundas y traicioneras,
sonidos de puertas
y susurros de otros que no cesan.
Mujer, borincana...
refugiada de olvidos
y ríos amantes
que acurrucan su sueño.
Cónyuge del monte,
cabellera de cielo roto.
Julia, Clara, Mariana,
eres todas enrredadas...
Pero un día gritarás
arrebatada, desecha,
inclinada a matarme
de una vez y con pruebas
porque lo único que de mí obtienes
aunque nada me queda,
son palabras y palabras
simples palabras pasajeras...
Palabras de amor, de pasión,
pintadas de rosa y azul turquesa.
Palabras sonoras que nadie escucha
que han perdido importancia
ante la espera.
Espera de acciones de amor desfrenado
que no se oculten tras besos y abrazos
al momento de unir una vez más
tus curvas de cuatro boricua
y mis caderas de sirena deslunada
rememorada de palabras...
Palabras pasajeras...

2 de mayo de 2006

Al famoso admirador de un troll

Entre los amaneceres de insomnio
perdiste mis curvas
por andar con aquel cuerpo extraño
una noche de lluvia.
Es un hábito ya compulsorio,
irracional, bélico, ansiado
el andar puteando
con cuanto troll mal peinado
te mueve la anatomía.
Y aunque yo se que la mía
no es perfecta
tú te fuiste a besuquear a aquella
que era
dos veces mi tamaño
con piel cetrina y áspera,
una doble papada
como una fruta expirada
atascada en sus entrañas.
Ya te dije que explorarías
otros montes
pero ¡demonios! ¿Tenías
que meterte
hasta el cuello
en aquel vertedero
con aquella mujer de pántano?
Por mi madre, que aquello,
aún no he podido olvidarlo.
Y no es que fuera otra,
sino que el insulto
está en la puercada.
Te dije que besarías otros labios
pero ¡carajo!
aquella aspiradora
si te succionaba el rabo
seguro te lo dejaba tajeado.
Así que repito,
Entre cerveza y cerveza, púdrete.
Entre cigarro y cigarro, bésala.
Ella será la chica de hoy,
otra será mañana
pero yo, más nunca en tu cama.
Quizás extrañe tu cuerpo musculoso
y aquella última nalgada;
pero el pensar en las manos verdes
de aquel troll en tus espaldas
susurrando el ¡Puñeta!
que de mis labios reclamabas
me quita cualquier deseo
de bailar contigo en la cama.
Donde dejaste los espejuelos
dejaste la vergüenza,
te lo digo sin rodeos
mientras ella te besa.
Goza...
Gózate la idea suicida
de no volverme a ver.
Serás aquel
que abandoné
sin pésames,
súplicas o nostalgias.
Entre promesa y reproche
te quedarás esperando
aquel último roce
de tu piel y mis manos.
Adiós, hombre de las mil sábanas
de las mil excusas de recámara.
Ya encontraré otro que habite mis almohadas.
No necesito tu calor, ni tus ansias
para sentirme deseada.
Así que en vez de esperar tu llamada
esperaré otro nombre
que me lleve directo hasta su cama.

29 de abril de 2006

Elimar

Risas, rizos
tez morena,
cabello oscuro.
Mirada serena,
besos emplastados,
en un cachete olvidados.
Solo un año
va desde que tus ojos profundos
se abrieran llorosos
en este mundo.
Belleza en frasco pequeño.
Consecuencia de atardeceres mojados.
no dejes que mi ser ahuecado
ya por los años
en un futuro te haga daño.
Sonreíre aunque no me reconozcas.
Lloraré cuando tu sufras
y buscaré vengar tus agravios.
No crezcas muy rápido, muñequita.
Sigue viviendo en tu fantasía,
en tu mundo color de rosa viva.
Hoy te abrazaré,
te besaré en la frente lisa,
y esperaré tus primeros amores,
gozaré tu alegría ante la vida.
Soñaré con verte enorme,
ya formada ante mi piel estrujada
y entre mis almohadas
en la noche pensaré en como hablarte
sobre pasiones, locuras y amores
ya cuando seas grande.
Vive.. te diré susurrando.
Sufre.. porque es necesario.
Ama... porque no podrás evitarlo.
Pero conserva tu dulzura
no copies mi amargura.
Sé para siempre la mirada calma,
la nostalgia olvidada,
la locura formada
de llorosas risas.
No cometas mis errores...
Sé siempre así...
Pero mejor olvidemos este parlamento
tu no sabes ni ha que me refiero.
Son demasiadas palabras
para tu corazón de niñita mimada.
Mejor olvidalo...
Ya hablaremos mañana.

28 de abril de 2006

Tiempo perdido...

Una noche de pasión desenfrenada
con aquél hombre sin cara
que abandoné al amanecer.
No lo he vuelto a ver...
¡Que agonía revolotea mis venas!
Es como ocultarme en un agua sin cauce
donde el ayer y el momento
solo tienen un dios:
"Carpe-Diem".
Lo escucho susurrame agonizante
entre tu piel y mis carnes.
Soy la despachada del amor,
vagabunda sin días,
reina de la noche
que no escucha razones.
Has de mis fosiles algo digno de un museo.
Reconoce el arte arquitectónico de mi extraña figura.
¿Para qué cuestionar?
Entre cerveza y cerveza, abrázame.
Entre cigarro y cigarro, bésame.
¿Quién se enterará? Todos. ¿Y qué?
La noche nunca será joven...
Tómame hoy que no abrá mañana.
Porque tu mirada pronto encontrará otra geografía.
Explorarás otros montes.
yo seguiré aquí, todos los días
con mi poesía expirada de siglos de alma ligera,
y el recuerdo que aquel miércoles pasado, ya lejano,
en la parte trasera de aquel viejo carro,
al que sucedería el poema ya olvidado.
¡Aprovéchame!
Porque aunque de colonia vengo, colonia no soy.
No me ataré a tus carnes de libertino atado.
Entre cigarro, cerveza y caricia, déjate llevar.
Yo haré igual...
Ella no se enterará.
Esta noche no se repetirá
y yo seguiré aquí
leyendo mi poesía barata
sin más nada que esperar
que otro miércoles de bohemia
y otro hombre en mis almohadas.