28 de marzo de 2012

Último Ardor



El agónico suceso de interiores desparramados.


La sonrisa entristecida
y la majestuosidad compartida
de un cuerpo sobre otro,
de un ciclo que se cierra,
de un comienzo que nos tiembla
el alma entre las sábanas.  

Y me muerdes y te muerdo
y compartimos el gutural sonido
de un placer arrebolado
donde los amaneceres se nos vienen
de momento entre las manos.

¿Para qué negar que nos deseamos?
Nos podemos esconder de la mirada,
acumularnos entre susurros y garras,
pavimentar el incendio de las noches pasadas
y eufóricamente sudar la necesidad
de la amplia divinidad del alma.

Pero no podemos ocultarnos del deseo,
del hambre reflejada en tus pupilas,
de mi mirada vaporada de gemidos,
de la necesidad eléctrica de sabernos hundidos,
de sentir… Sentir…. Nada más importa.

Porque el corazón vibra entrecortado,
la burbuja agónica de un grito se nos escapa
y el anochecer brilla como luciérnagas
que están extasiadas en la noche nublada.
Y quizás nos engañamos, quizás….

Pero esta noche nada importa, nada importa
salvo tus labios sudorosos sobre mi piel
y la sonrisa satisfecha de saber
que no hay mejor forma de decir adiós
que la de entrelazarnos de ardor.
  

27 de marzo de 2012

Adiós Velado




A veces me cuestiono exactamente en donde estamos. Solíamos acoplarnos a la perfección como dos piezas de un mismo juego, como si el destino nos hubiera forjado para el deseo arrebatador de nuestros labios. ¿Y ahora? Ahora ya no nos encontramos, no nos vemos, nos olemos o sentimos… estamos silenciados. Asesinándonos lentamente a falta de algún otro disparo, de alguna distracción que nos consuma… No entiendas mal, nos amamos, nos queremos tanto que la idea de separarnos nos rompe los pedazos. ¿Pero ya de que vale estar pegados del costado? Nos hacemos infelices, más infelices que si viviéramos enajenados, sin la presencia del otro, sin el susurro perdido en las sábanas amarillentas de un amor trasnochado que ya perdió su encanto, que ya ando su tramo. ¿Para qué eternizar el infierno de un cariño rutinario? Tu mereces arrebato, yo merezco locura… merecemos algo mejor que conformarnos. Pero no decimos nada, no, nunca nos quejamos. Tú me besas los párpados caídos, yo acaricio tu cara y tus manos; sintiéndonos cerca del lamento silenciado, de la esperanza opaca en nuestros pechos, de un corazón mutilado. Nos abrazamos al borde del precipicio como dos desesperados deseosos de saltar el abarranco, pero asustados sin medida por estarlo. Al final, no importa si le damos largas o no a lo inevitable, si arropamos la pereza, si asfixiamos el olvido, o acariciamos la rutina… Al final, siempre está tu mano en mi mano, tu cuerpo en mi cuerpo... Al final, siempre nos encontramos entra la niebla viscosa de un amor solapado, al que ya no le queda oxigeno para seguir respirando… 

11 de diciembre de 2011

Fuera de mí




Quisiera vivir fuera de mí. Alquilando te-amos, regalando sonrisas efímeras que no van a ningún lado. Sorprendiendo las realidades, regodeándome en abrazos nostálgicos. Flotando en lamentos viejos, de esos que sobrepasan el alma sin espanto. Quisiera vivir fuera de mí, y olvidar los deseos de antaño como quien olvida lo pasado… sin pésames desarmados o deseos olvidados. Quisiera ser libre, pero no lo soy. No lo soy… porque no puedo vivir fuera de mí. No puedo desmembrarme intensamente con el pensamiento acumulado, no puedo deshilarme los sentidos con el arrebato más pesado, ni sobrepasarme a mi misma como memoria de un momento apasionado, desdichado, donde perdí la conciencia y me levanté en infartos encontrados de un coma enmudecido de relámpagos. 

Y a falta de perderme, me he ido encontrando, con el asombro de búho y el encanto tipico de una niña sin llantos. Me he ido encontrando, entre las sombras de mis letras y algún beso perdido, sin significado, que me dejó caliente un rato pero me recordó el vacio de una vida sin sentimientos reales, sin amores verdaderos, o más allá de una musa embotellados. Ya no sirvo para esto, lo admito entre lágrimas perdidas y algún amanecer barato. Ya no sirvo para amores clandestinos que no van a ningún lado, ya no sirvo para amar entre las sombras o refrescarme las carnes en las sales de algún viento costeño con sabor a perpetuo olvidado. No recuerdo los nombres, las caras, los gestos, ya no veo los ojos que en otro tiempo me dejaron soñando con truenos y deseos alocados de algún viejo verano. ¡Ya no me veo ni a mi misma en el espejo! ¿Cómo verme, si me pierdo? Pero, ¿me pierdo realmente o me encuentro? Ya no sirvo para esto. Esto de pensar incesantemente en la vida, reflexionar, escribir, cantar, fumarme un cigarro con alegría y aliviarme el alma con una cerveza fría. 

Y quisiera vivir fuera de mi… pero no puedo. No puedo… y me retuerzo en el ser efímero de un silencio. ¡Detesto tanto el silencio! Me recuerda la soledad abrupta de mis noches vacías, la almohada fría a la que me aferro cuando me atormenta el recuerdo… El recuerdo de no tener recuerdos, de no tener memorias de compartir algo más que el cuerpo. No tengo fotografías mentales de ningún amor profundo, de ningún anhelo interno. Y grito… en silencio. Porque gritar no es femenino, no es atractivo, no es ecléctico; y yo debo serlo. Quisiera vivir fuera de mí. Salirme de adentro y encontrarme entre las páginas escritas, entre las noches furtivas. Encontrarme entera, sin máscaras ni tartamudeos. Encontrarme, abrazarme, amarme, y asegurarme… de jamás en la vida volver a abandonarme. 

25 de noviembre de 2011

Al Final de la Botella




Sírveme otro veneno en las rocas
Pero hazlo de tal forma
Que me ahogue la esencia.
Deseo morir en presencia
Del acto susurrado,
Del beso robado,
De la arrogancia indispuesta
Y aquel apretón regalado.

Ya nos vamos entendiendo
Porque dicta la regla
Que somos iguales tú y yo
Al final de la botella.
Que nos entendemos en susurros
Revestidos de amaneceres perdidos.
Que nos ponemos poéticos
Al entorno de una sonrisa cauta
Y un corazón efímero.
Porque abandonamos la cordura
En la misma esquina perdida
Donde dejaron otros la locura.

Y nos levantamos en silencio,
Con las manos tambaleantes
De los amaneceres eternos,
Con los pies confusos de recuerdos,
Y la voz sonora del silencio.
Ya nada nos decimos,
Total, nos entendemos.
No hacen falta las palabras
Y arruinar la madrugada
Con excusas y lamentos
Es cosa de descontento,
De gente loca sin deseo,
Sin pasión, inspiración o versos.

Mejor no digas nada…
Demonios, me repito y no lo quiero.
Me desdoblo en mi misma sin quererlo.
Me hago la luz profunda en un beso,
Un beso intranquilo de desvelos.
Deseo el matutino vuelo
De algún viejo veneno,
De algún otro músico inquieto,
O, quizás, de algún rubión serio
De esos que me gustan solamente
Cuando realmente no los veo.

Pero, al final, me tambaleo
Caminando solitaria hasta mi cama,
Abrazando perdida la almohada
Y olvidando el deseo esquivo
De algún corporal anhelo.
Que la vida se me hace sombras,
Sombras de recámaras vacías
Y deseos insatisfechos.
Pero no importa, no lo siento,
Porque dicta la regla
Que al final de la botella
Solo existe el apareo
De una antigua musa aficionada
Con un demonio pícaro y perplejo
Que se vino sin quererlo
En las aguas turbias de su seno
Y se amarró a sus faldas
Por falta de otro cuerpo.


21 de noviembre de 2011

La Niña



La niña coge el lápiz y escribe…

La niña que sorprende se agobia entre las sombras dormidas de su recámara oscura. Ya la niña no siente, se detiene en el tiempo como espectro otoñal de amaneceres clandestinos. Es pequeña, de sonrisa contagiosa y cabellos rubios lacios que se desintegran al tocarlos. La niña sonríe, se esfuerza por articular el deseo que se le atraganta en el pecho. La crayola se le escurre de los dedos y golpea el suelo con la fuerza inclemente de un objeto en picada. Es la misma impotencia que siente cuando llora en las noches por su madre o cuando el hambre le abarca las tripas vacías de la espera. La espera de lo que nunca vuelve. Aun así la niña sonríe, deseosa de encontrar felicidad en sí misma. Deseosa de volver a ser niña, de volver a olvidar lo que ya vio. La niña… no es tan niña nada. Atrás dejó los juegos infantiles, las barbies rubias de anatomía incorrecta. Atrás la inocencia y la decencia… Ya la niña es mujer. Ya la niña no es niña. Ya es solamente la embarcadura solitaria de su propia esencia. ¿A dónde fue la niña? Se perdió en los pliegues arrugados de su propia vejez. ¿A dónde fue la niña? Se escondió tras la puerta vacía de lo que nunca fue. Y la casa solitaria la sufre… porque la niña era espíritu libre, pureza exprimida, luz nostálgica del vivir.

La niña toma el lápiz y escribe… estas líneas vacías, sonámbulas de sentido. Escribe su recuerdo, antes de desaparecer. 

Ella y Él





Todos hemos soñado. Cada sueño es diferente, cada gesto pronunciado. Todos deseamos y añoramos olvidados.  Todos amamos o buscamos un amor cuando nadie nos mira. Todos aspiramos un beso que nadie nos ha dado. Y creemos en el sueño… hasta despertar acorralados. Creemos en aquel amor… sin poder evitarlo, y gritamos.

Siempre habrá gente normal, ordinaria de rutinas y paseos matutinos planeados. Gente simple que ha encontrado lo que no les pertenece, y dejado sin un roce a los extasiados. Siempre habrá hombres como él…

Hombres inteligentes que saben conjugar verbos y pronunciar perfectamente palabras de más de tres sílabas. Que se saben de memoria las definiciones mas rebuscadas, con gestos arrogantes de saber amaestrado. Que aman la ópera, el teatro, un buen vaso de vino y han leído, conocedores expertos de quiénes fueron Dostoyeski, Linus, Marx, Platón y Rosseau. Hombres que viven de sus palabras, de su habilidad de expresar sus pensamientos sin batallas y hacer a los demás rememorar entre suspiros; con una vida en cada letra, un alma en cada punto. Hombres como Edward, que esperan toda una vida para decir la cosa más sencilla del mundo. Hombres extrovertidos de mente y palabra, tímidos de corazón.

… y mujeres como ella…

Mujeres hábiles, activas, inteligentes de la rutina. Mujeres sencillas, con gustos excéntricos, familia rota, sentimientos a flor de piel, y la facilidad de decir “Te amo” como algo cotidiano. Las mujeres que en medio de una conversación te sonríen, toda dientes blancos y pequeños orificios rosados en las mejillas, como si lo que dijeras fuera ambrosía sonora entre tus labios. Mujeres sobrevivientes, que no se rinden, que subsisten y se exprimen el sentir en cada paso. Mujeres que aunque abiertas y sinceras para ciertas cosas de placer cotidiano, para otras simplemente no confían demasiados, ni en sí mismas ni en nadie, porque la vida les enseñó a tener cuidado. Mujeres como Laura que aman en silencio por miedo… por no dar voz a aquello que las envuelve en fuego.

Mujeres como Laura encuentran seguidamente algún perdedor con el que conformarse, con el que adaptarse. Hombres como Edward las dejan apoyarse de su hombro, las toman en brazos cuando caen, y al final, le curan el cuerpo sin saber cómo curarles el alma.

Edward dirá siempre la frase correcta para reconfortarla, tratará de hacerla sonreír… y al final, bueno… Al final ella lo abrazará y sonriendo entre lágrimas le dirá dulcemente que lo ama, con esa nota tranquila y despreocupada que le pone adrede para que no suene a confesión sudada; y él responderá sonriendo tristemente que igualmente la ama sin alzar la mirada, sin profundizar, confundido en sus propios sentidos y sin poder ver más allá.  

¿De haber mirado? Habrían visto el mismo fuego que los abrasa reflejado en los ojos del otro. Habrían sentido el mismo escalofrío, ocultado la misma angustia, llorado el mismo anhelo. Se habrían mirado en silencio, quizás por mucho tiempo, y él besaría la mano suave de Laura y se despediría delicadamente para volver mañana, porque después de todo…

Siempre habrá hombres como él, que guardan silencio porque no creen poder jamás expresar un sentimiento tan profundo, tan completo y descartan la emoción por descartar el encuentro, el bochorno pasajero de un rechazo potencial entre sus dedos.

Siempre habrá mujeres como ella, que soportan el silencio porque no creen merecer las palabras, y se ocultan tras la máscara ficticia de te-quieros. Mujeres faltas de sendero, que se conforman con otro cualquiera por no imaginar que esas palabras las podría pronunciar un hombre como él. Un hombre correcto.
(Agosto 2006)



Pensando…





Pensando…

La vida se nos juega al dos por uno
Como aleteo recurrente de noches sin fin.
Ya no recuerdo la última vez que dormí
Con la tranquilidad infantil
De quien descansa sin sufrir.

Porque la vida se me va colando
Por el escaparate matutino del decir.
Porque las letras las exprimo,
Sofocándolas en las líneas del papel amarillento
Que se hace humo entre mis dedos
Y me mancha las uñas sin mentir.

Si te quise o no te quise,
La verdad no estoy segura.
¿De qué vale, ahora, la pregunta?
Ahora que ya nada siento,
Aunque todos piensan que sí.

Y sigo aquí pensando…
Pensando sin poder dormir.
No me angustia, no me duele,
No pienses que es por ti.
Que tus acciones no son el problema,
Al menos, nunca lo han sido para mí.
El problema son tus palabras viscerales,
Viperinas, bichas de sentido y fin.

Y sigo aquí pensando…
Pensando en cómo no discutir.
Pensando en mi almohada,
En la lluvia fuera mi ventana,
En la noche que pasó,
En la sonrisa más bella del universo,
En el abrazo más vacío que recuerdo,
En la felicidad de algún suceso
Que me eleve en las manos de Morfeo. 

Pensando…
Pensando entre sueños
Sobre la soledad agónica
De ser mía entre mis huesos.
De ser dueña de mi misma,
Y aceptando las repercusiones
De compartir mi vida.
Solapando las razones,
Olvidando los reproches,
Liberándome del yugo artificial
Que me carcome.

Y seguiré aquí pensando…
Porque la realidad es que pienso demasiado.

Pienso y pienso, mas nunca digo,
Si no es por medio de este truco furtivo
De aparecer letras sobre el papel.
Pienso y pienso, porque no duermo,
Porque el insomnio me arremete cada noche
Y no soporto ya los roces imaginarios del vivir.

Así que me dedico a producir,
A sembrar la semilla de la rima,
A practicar los versos que de rodillas
Me susurran entre risas
Las musas picaronas que me abandonan,
A veces, simplemente porque sí.

Así que seguiré aquí, pensando
En las mil cosas furtivas,
Las que no pienso salvo cuando voy a dormir.
Pensando en cómo pensar,
Pensando en cómo vivir,
Pensando en los pensamientos que tengo dormidos
Y dándome cuenta, por fin,
Que de tanto pensar la noche se acaba
Y me descubre la mañana
Palpitando, confusa y dolorida
Pero sin más nada que decir. 

20 de noviembre de 2011

Para Limpiar El Aire





A veces, la vida da vueltas extrañas y nos deja detenidos en un lugar inentendible…

Anoche fue como un continuo abejeo de dolor físico que me retumbó en lo emocional. Sé que todo, bajo la influencia del alcohol, se vuelve un precipicio de aguas turbias y rompecabezas humanos, pero la realidad no es otra sino simple. Un mal entendido, eso dicen. Porque racionalmente comprendo que no todo lo que sucede, sucede de la manera que lo vemos a través de los cristales opacos de un whiskey sediento. Porque sé que mis emociones se desbordaron sin control en sus cimientos, y acabaron palpitando el encuentro de otro fuero. No soy persona de pedir disculpas, mas las pido con precaución y entendimiento. Las pido cuando entiendo que sobre-reaccioné ante el evento. ¿Qué pensé entonces del suceso? Cuando las situaciones se acumulan y la ansiedad te llena el pecho, el mundo se te viene encima sin pretextos. Y pensarán que digo lo que digo por hacerlo, pero el sentimiento me acogió en aquel momento y lo irracional tomó posesión de mi cuerpo. Quizás no fue su intención abandonarme, dejarme tirada como trapo viejo, sentada en mi carro sin posibilidad de moverme más allá de mi propio cuerpo, pero así se sintió, así se vio, así dolió… lo acepto.

El problema con las situaciones difíciles de entender es que siempre existen perspectivas diferentes de lo sucedido, que se acumulan en una amalgama de respuestas incoherentes, de hechos rotundos, sonidos vacíos, y al final, de malos entendidos que escalan a ser asuntos sin discutir, molestias picantes, y angustias solapadas. Y todos malinterpretan lo sucedido… Nadie conoce todos los hechos como sucedieron, nadie sabe exactamente lo acontecido; pero todos recuerdan el momento en que se destapó el corcho agónico del olvido. Todos creen entender lo que no han vivido. Pero cuando el dolor te muerde las entrañas, y el abdomen te palpitada endemoniado, un coraje, una palabra extraviada, una frase dicha sin pensar, una mala mirada es el único catalítico que hace falta. Y no me excusa, no excusa en total lo acaecido, pero es la explicación necesaria, la cautelosa verdad de mi sentir… y no pido que me disculpen si no desean, y no pido perdones que no sientan, solo pongo de mi parte, estiro la mano con el granito de arena. Porque los amo, lo saben…

A veces, la vida da vueltas extrañas y nos deja detenidos en un lugar inentendible donde la angustia y el miedo se funden, donde la paz y el recelo sucumben. A veces, la vida da vueltas extrañas… ¿y nosotros? Mareados en el asiento llorando lo inentendido.

17 de noviembre de 2011

Persecución




Acabando lo insondable…

Así me percibí entre la maleza. Yo, la única de mis hermanas que sobrevivió la cacería agónica de aquellos caninos indeseables que desean devorarnos los cuerpos. Yo, corriendo eufórica por el desierto serpenteado de una soledad insoldable, porque ya lo había perdido todo, porque ya nada quedaba… Salvo seguir corriendo, tropezando, parándome en histeria. Acorralada de pecados que me persiguen tras la amarga realidad de mis efectos.

¿Cuándo cesarán de perseguirme los demonios, las aletas amargadas de las guerras? ¿Cuándo tendré la paz que desean mis pasos quebrados, en las hondas aguas de esta cóncava impureza?

Siento mi cabello pegado a mi nuca, sudor viejo de correrías almidonadas. Siento el frio sociópata de la angustia y el reír acongojado de injurias soñolientas que despellejan el alma. Y aunque ya no escucho sus pasos perseguirme, aún cuando ya no siento sus ojos en mi espalda, o sus dedos delgados rozándome la mejilla paralizada, sigo corriendo… Deseosa de llegar a alguna parte, de encontrarme un centro, una plaza, un lugar donde mi camino haga sentido y mi norte se aposente en las rutas curvilíneas de un algo corpóreo. Un sitio donde el mundo cobre vida, la angustia no me llegue, el comienzo siempre surja y el final se beba a sorbos como brindis prolongado de amaneceres eternos.

Y voy acabando lo insondable, rememorando el recuerdo de sus sonrisas perdidas y sus baños de luna abiertos. De la perdida inquebrantable de un atardecer donde no vea más sus cuerpos. Yo, la única de mis hermanas que sobrevivió la maleza abrumadora de los sueños. La que promulgo los besos erróneos de mil amantes pasajeros. Yo, la que trajo el lobo a la guarida y le enseñó como deshacer los hilos amorfos del veneno. La que jugó con fuego entre palabras y gimió la intolerancia de los cuerpos. Yo, la pecadora de sonámbulos sinceros que se pegaron de mi piel en un estallido intenso. Yo, la que corre entre la nada insondable del silencio en persecución sinfónica de te-quieros…

16 de noviembre de 2011

Silencio




Deseo guardar silencio, por no revivir las mentiras.

Ese es el sentimiento que me abarca últimamente la existencia. Deseo guardar silencio… siempre estoy guardando silencio. Pero, a veces, hablo por escuchar el sonido efímero de mis pensamientos, por rememorar el recuerdo de algún secreto, por sonar el subterfugio de mi fuero interno o simplemente… porque me obligan o me obligo, porque no me aguanto y lo deseo, como tantas otras cosas que he hecho. Y me limita la boca porque deseo guardar silencio… porque el horror de mis pensamientos deja en su superficie el verdadero rostro que delinea la estima acumulada de mi vida. Y llevo aquí sentada media hora pensando en guardar silencio y a la vez no guardándolo, porque aunque no lo diga lo escribo como pobre esclava de mis dedos que se mueven solos sobre el teclado… como antes se movían solos sobre el papel blanco de un diario abierto. Porque mis inseguridades me carcomen lentamente en el espacio sin tiempo de una recámara vacía. Porque las pobres se visualizan y asustadas me transmiten el miedo feroz de continuar…

Yo misma me sacudo el pesimismo e intento sonreír ligeramente pero los músculos parecen estar hecho de piedra, de acero. No desean moverse, no pueden moverse, y vuelvo a intentar guardar silencio, aún cuando sé que la partida está perdida. Aún cuando entiendo que no sirvo para ello… pero cómo lo deseo. Porque al guardar silencio me acorralo, yo misma me empujo contra la pared imaginaria de los velos y me enfrento. Me doy yo misma contra el pecho, me hablo seriamente, me grito, pataleo, y trato de enseñarme como entrar en razón y salir de este enredo.

Siempre, al final, guardo silencio… aún cuando ya lo he dicho todo. Porque todo lo transmito, porque todo lo escribo, y a veces simplemente porque lo pienso. Pero el truco existencial de mi magia interna está en que no todo lo que pienso es cierto. Yo me creo las fantasías acorraladas en la mente de las que salen serpenteando las prosas y versos amoratados del deseo efímero que caracteriza mi estilo sudorosamente poético. ¿O es acaso eso también una ficción de mi mente? ¿Realmente he vivido yo todo eso? Ya no puedo contestarme, porque aunque deseo guardar silencio sigo hablando en rimas rotas y lenguas vaporadas de inciertos. Sigo reviviendo mis mentiras, acorralándome en mis huesos, consolidando la espera de un reproche, de una excusa silbada entre mis dedos. Y no deseo ya palabras, no deseo mentiras dichas en un arrebato de fuego, no deseo excusas vacías de angustias solitarias y pasiones arreboladas donde se quemó el intento de expulsar las indecencias de los cuerpos. Mejor guardemos silencio… y enfrentemos el declive de un cariño andariego, de un abrazo furtivo y un amanecer tranquilo, sin nada de lo que arrepentirse en el desperfecto utópico de lo inquieto.

Mejor mantengo el silencio y evito… Evito revivir las mentiras efímeras de una excusa socavada y guardarme en la mente los recuerdos.

15 de noviembre de 2011

Silencio Gutural




El moretón violáceo la desconcierta. Lo sé, ella lo sabe, incluso él lo sabe. No lo ocultamos, porque la pasión no se oculta. No lo olvidamos porque los errores que se desean repetir son los más sabrosos, los más deseosos, los más odiosos, los más agónicos. Son deseos subterráneos de dientes blancos y saliva caliente. De amaneceres dormidos y caricias suaves que realmente no son caricias. Por eso el moretón violáceo la excita. La lleva de la mano al rincón de su mente donde se repite perpetuo el recuerdo de un mordisco apasionado y tranquilo. Donde su pezón se irritó en el pecho áspero, y su hondura se llenó de gemidos angustiados. Donde ella olvido ser ella y se convirtió en un saco gelatinoso de miles insondables, uñas enterradas, piernas amarradas y murmullos delirantes que se juntaron en el espacio recóndito de un armario cualquiera. Pero tras la fachada libertina de una sonrisa pícara, una lengua juguetona y un mordisco suave entre los labios… el moretón violáceo la angustia. La angustia porque lo desea, la angustia porque lo guarda, la angustia porque es entre tantos placeres su preferido. Sin embargo, ella no dice nada… Se fuma un cigarrillo lentamente y sonríe antes de irse, sin más recuerdo que el recuerdo del moretón violáceo… ya desaparecido.

14 de noviembre de 2011

Derrámame en tus manos





Nada… las palabras se me pierden en la cabeza y siento que deje dormir las musas en el cuarto de las historias repetidas. Las pobres soñolientas olvidaron que la vida ya no tiene inspiración divina. Solo existimos ellas y yo… ellas y yo, más nada, salvo la nada. La nada es el vacío existencial de palabras agónicas y susurros somníferos. La nada es la vertiente angustiada del silencio ideológico que revirtió en las cuatro paredes de una recámara vacía. Y a veces, ¿por qué no?, hasta la nada se me pierde en el rincón sin encontrar de los objetos polvorientos que serpentean por la iracunda ciudad dominical. Abaniquemos la existencia, a falta de algo más que hacer. Susurremos la indecencia y desgarremos el pecado de un sin pencado abandonado en la puerta, en la ventana, en la cama de una musa venidera. Succióname, piérdeme, agonízame… déjame. Sobre todo déjame… déjame volar por la necesidad infructífera de una promesa incumplida. Déjame silbarme las verdades y ocultarme las mentiras. Déjame inclinarme en el espacio ocupado de una sombra revertida. Déjame, abandóname… amárrame. Ponme las esposas polvorientas, y deshecha la llave antes de que el alba se me cuele en las entrañas y me arremeta la piel de realidades brillantes y culpas oscuras. Dame, simplemente agrédeme… Hálame el pelo, amordázame, golpéame, aquiétame, sonríeme cruelmente y luego… muérdeme con la angustia guardada de noches insatisfechas y amores guardados a son de caricia sin pasión verdadera. Soy frágil pero no te aflijas, que lo delicado de la piel no refleja mis indecencias cumplidas. Se me quedan las marcas superficiales, no lo niego. Las profundas las esquivo con el arte innata de la amante pasajera. Yo, la que nunca ha pasado la noche acompañada. Yo, la que nunca ha disfrutado una caricia amada. Yo, la solitaria amarrada en una cama, deseando con el alma que alguien la agreda, que alguien la amarre, que alguien le dé una nalgada sonada que la haga sentirse acorralada como un animal perdido, como un ser a punto de caer al precipicio. Es así como único siente, como único desea, como único gime extasiada; porque la pobre se pierde en su nada. En su nada de palabras y gemidos sonsacados, en las inclemencias de un ardor socarrón, de un mordisco profundo, de un arremeter violento… Viólame, y déjame; pero repíteme. Repíteme la aventura de un mordisco, el éxtasis de la nalgada, la potencia del arrebato, el gemido de un cabello estirado. Perviérteme entre tus dedos, piérdete entre mis labios, agoniza entre mi saliva y succióname los pedazos. Quizás, entonces, logres derramarme en tus manos…

10 de noviembre de 2011

Necearte





No poseo el arte de necesitarte

Me evade la ansiedad de encontrarte

Y a veces, solo a veces,

Me duele la embocadura

De la dulce curvatura

Que se esconde en la lisonjera

Sonrisa que arremetes en mi hondura.


Ya no sé cómo expresarme

En este marullo existencial

De versos perdidos, exprimidos,

Que se me pierden al hablar.


Porque no poseo la necesidad

De encontrarte o encontrarme,

Porque olvide que debería buscarte.

¿O es acaso mi papel el de sentarme

Y esperar dormida a que me rescates?


No me interesa el cuento de hadas

No me mueven las mismas ansias

Que a otras pobres descarriadas.

Me mueve el deseo gutural

De una noche entre las sábanas,

De la inocencia perdida

Y alguna pesadilla

De esas que acongojan

Lentamente el alma.


Quiero sentarme y escribir

De otras cosas que no sean amplias

Que no se me atorren en el pecho

O me llenen de necesidad las ganas.


Quisiera vivir extasiada,

Dejando corazones rotos

Y sábanas manchadas…

Oportunidades de pasión arrinconadas

En el despertar fugitivo

De otra madrugada

Donde ahogamos las ansias

En un vaso de ron.


Ayúdame a encontrar

La necesidad de ser,

De tocarme, de tocarte,

De extasiarme en el gruñido de tu voz.

Olvidemos el mañana,

Las ansias sonámbulas de sondear otro amor,

Y arrinconémonos, serpenteados,

En este pedazo de son.

Yuxtaposionemos en las mordidas

Abruptas de fundirnos los dos,

Y esperemos al alba,

Que se nos cuela sonora,

Entre tu voz y mi ardor.

9 de noviembre de 2011

Tu Ser Y Mi Acción




La promesa perdida de un beso es la antesala del dolor.

Es la bala perdida de los amaneceres eternos

Que alimentan la hoguera sin forma

De un silencio roto entre dos.

Es el sentir sin guarida

De un adiós matutino

Donde ninguno ganó.

Donde ambos perdimos

La inmensidad exacta

De nuestra propia dimensión.

Donde olvidamos encontrarnos

Como las cuencas perdidas,

Extasiadas en llanto,

De un río sin son.


Ya no somos nosotros

Sino seres amorfos putrefactos de ardor.

Humanos ambulantes de necesidad de cariño

Y apego a lo ajeno, por miedo al dolor.

Recorramos la distancia

Que nos separa los yo.

Ahoguemos la nostalgia

De un pasado cubierto de agror.


Pero, ¿ya de aquí a donde vamos?

¿A dónde corremos sin voz?

¿Qué hacemos de las mil aventuras

Multiplicadas sin duda

En la rendija de tu ser y mi acción?


Porque la promesa perdida,

La ignorada entre sílabas dichas,

Es la recaída del fulgor.


¿La promesa?

¿Es acaso promesa el dolor?

¿Es acaso la necesidad efímera,

La que promete una idea

Que nunca se cumplió?


Y el amanecer se nos avecina

Lentamente, sigiloso,

Entre el cristal empañado

De un día sin dios.

Así que mejor no hablemos…

Y recorramos la distancia,

La distancia furtiva

Que nos separa a los dos.


Dame tu mano,

Dame tu boca,

Dame tu vida

Por una hora.

Dame tu ser por un segundo

Y olvidemos que el sol se nos cuela,

Que la luna se nos evapora,

Que el silencio se nos corrompe…

Dame el beso mordido

Como adiós catalítico

De un olvidar pasajero,

Y dispárame un segundo

Con la bala afectuosa

Que reside en la pudiente antesala

De tu amargo dolor.

8 de noviembre de 2011

Suspendida


Suspendida…

Me siento entre las tinieblas errantes de un vaso solitario

Tiritando las verdades del alma en un despellejo de espanto.

¿A donde me dirijo, a donde corro luego de tanto rato?

¿Cómo amínalo la indecencia de un revolcón regalado?

Porque somos como el gato negro que se busca reflejado

En el cuarto oscuro de los espejos encamados,

Donde nadie sabe ya donde se guarda la conciencia

Y evitamos obligarnos a encontrarnos.


Suspendida…

En el aire efímero de las aguas violáceas

En el sentir inédito de no sentir nada

En las manos vacías de un hombre sin cara.

Me estremezco entre mis dedos como un pretexto

De noches satisfechas en quebrantos fingidos de relámpagos.

Y no tengo quejas, y no tengo espantos,

No tengo llantos, ni nostalgias estancadas,

No siento nada… nada…

Nada que no sea deseo pasajero

De aventuras olvidadas.

Nada que no sea el sentir efímero de un reto…

De un beso robado, de un roce extasiado,

Nada salvo un vacio sistemático,

Subterfugio de recuerdos olvidados,

Donde se enfrentan la pasión y la conciencia,

Donde se esconden la pena y el éxtasis momentáneo.

Un vacio de alforjas enredado,

Donde el perfume se fue con el viento,

El aliento se evapora sudado

Y la mañana se esconde en las sombras

De dos caras largas preguntando

En silencio susurrado: “¿Y ahora qué?”

Ahora nada. Nada ha pasado…


Y yo me quedo en la nada,

En la nada estática de recuadros

Donde zigzaguean silenciosos

Los recuerdos regalados…

Me quedo en la nada,

Como bailarina flotante

En cajita de mano…

Me quedo en la nada,

Suspendida en el amparo

De no saber lo que siento,

Lo que veo, lo que hago…

Así… Suspendida…

En el ámbar opaco

De seguir vaporando.

2 de noviembre de 2011

Tren Olvidado en el Recuerdo

Era la esperada de las vías… Isabela. El fantasma de todos los tiempos que siempre se veían en presente. Todos los que llenamos la estación la vemos entre la multitud con su cabello entrecano y su largo traje amarillo. Esperando siempre…

La recuerdo de cuando era pequeña y tomaba el tren hacia el colegio. Ella estaba parada contra la pared con su largo cabello negro cayéndole en bucles sobre su espalada, la mirada perdida entre la gente y el vestido que aún conservaba su color de girasol temprano.

El día que condenó su vida a las vías fue por ella… Antonietta. La mujer que esperaba aún después de veinte años. Isabela nunca había dejado de ir, ni un solo día a la estación del tren. Era su condena eterna esperarla. Recuerdo el día de la despedida porque fue el mismo día que murió mi madre. Me detuve entre el bullicio, súbitamente confundida, y la vi. ¡Que visión! Aquel largo vestido tan lapislázuli como el mar, su pamela ancha le otorgaba un aire de nobleza y fuerza que nunca había visto, y aquel cuerpo de diosa perdida entre carnes, me cautivó.

Desde ese día entendí a Isabela, porque yo también la esperaba… Yo esperaba junto a ella por Antonietta. En las noches observaba entre sueños, el rostro melancólico de Isabela y la sonrisa de cristal de Antonietta. La mujer de bucles negros besó a la de la pamela dulcemente en los labios y pestañando largamente con un brillo de súplica en los ojos Antonietta le susurró al oído: “Busca el tren llamado Regreso”. Isabela pareció entender porque la observó alejarse hasta que sus cabellos del color del trigo nuevo y su traje azul, eran solo el recuerdo de un tren… que ya no existía.

(2005)

Recuerdo



Pasaba la aspiradora cuando sonó el teléfono… Hace poco revolví los recuerdos de un baúl y encontré el polvo de la nostalgia. Lo sé porque me dio alergia de soñar y lo cerré antes de enfermarme de soledad. Sin embargo, al cerrarlo apresurada volqué todo su contenido en la alfombra. Por eso pasaba la aspiradora cuando sonó el teléfono. Lo contesté luego de tres timbrazos y una grave pero esperada voz masculina dijo:

“La vida es como un helado porque…”

“¿Por qué?”

“Porque se derrite antes de podértelo comer completo y te mancha los dedos para que pruebes las sobras de su ilusión”. – Sonreí.
“Tan pesimista, Armando”.

“Realista, preciosa. ¿Qué vas a hacer esta noche?”.

“Soñar que te recuerdo”.

“Mejor sueña que me amas lentamente, como en otro tiempo”.
“Ya olvidé como amarte”.

“Lástima, preciosa. Cuídate, cara”.

“Ciao, Armando”

Colgué apresurada y me percaté de su rostro en el espejo. Me volteé azorada y entre llanto y disculpa lo abrasé. Molesto, Armando, el Armando de ahora, dejó el maletín en el suelo y desasiéndose el nudo de la corbata salió por la puerta. Escuché, hasta el silencio, el motor alejándose…

...

El olor a whisky en su boca me provocó náuseas y su cuerpo fuerte e implacable ahora me causaba miedo. Me desnudó y sentí sus dedos torpes lastimarme. Y entre embestida y golpe me transporté en el tiempo y una vez más pasaba la aspiradora cuando sonó el teléfono.

(2005)

Mi compañera


Un solo día sin verte…

Alguien dijo que sabes cuando estás enamorado si al escuchar una canción que antes para ti no significaba nada, sientes de pronto ganas de llorar; y ahora te conmueve y hace pensar en alguien…ese alguien especial.

Llega rápido y fuerte como tempestad y me abarca el corazón. Esa mujer de cabellos revueltos, dedos intranquilos y una prisa de acción acalorada… La desesperación. Y me baila un tan-tan en el “sin ti”.

Dejándome un mal sabor de boca se acerca suavemente, tímida y apacible, pero con una sonrisa de luz, la niña de rizos de oro y tez blanca… ¡La añoranza! Intenta animarme entre delirios de Mozart y la esperanza de Virginia Woolf…pero solo logra entristecerme más. Me mira triste y se lamenta de incomodarme mientras se aleja cabizbaja.

¡Y allí estaba! La seductora de caderas anchas, rizos oscuros hasta la cintura, sonrisa encantadora y mirada traviesa… De ella había aprendido a alzar la ceja derecha cuando miraba a alguien en medio de una conversación absurda, a saborear la planificación de la venganza y saber que es un platillo que mejor se come frío, a cerrar el corazón y a enfriar la sangre en mis venas. Era ella la que me consolaba en las noches y me decía “Te lo advertí” mientras acariciaba mis cabellos. La miré desafiante mientras se acercaba y ella rió entre divertida e indignada como hacia siempre que me veía enamorada. Una lágrima solitaria rozó mi mejilla y ella me tomó entre sus brazos.

“Nunca te abandonaré”, le dije con tono de reproche.

“Soy yo la que no ha querido abandonarte aunque siempre intentas alejarme”.

“¿Por qué me escogiste por compañera?”.

“Tú me escogiste a mí, pequeña”.

Y rememoré… Mi niñez solitaria como la niña tímida de amaneceres ocultos. La que con una imaginativa desbordante y la ayuda de Ella montaba todos los juguetes contra las paredes de la terraza y jugaba a enseñar. Deseaba enseñar lo poco que sabía, transmitir conocimiento… Siempre lo desee… Yo era la niña, la aprendiza de maestras, porque Ella me había enseñado a añorar desesperadamente la soledad cada vez que el amor tocaba a mi puerta.

Tú te fuiste con tus altanerías, tu guitarra desgastada de rock n’ roll en clave de sol sobre un vals, tu cabello negro, tus ojos oscuros como pozo de agua sucia y la sonrisa de pícaro que desea intimidad de piratería.


Y ella llegó… La compañera de mi vida… La Soledad.


(2005)

En realidad...

Me he dado cuenta de que en realidad ya no somos amigos...

Ya no hablamos, ya no me llamas, ya no me cuentas de tu vida, tus altas y bajas... Hemos cambiado y ya no te conozco. No eres el chico que me cautivó los sentidos, al que le tomé cariño hace ya muchos años. Seré lo que desees en una tecla de computador barato. Seré la llamada perdida de tu móvil, pero no hablaré en la contestadora de tu voz porque olvidé recordarte entre semana.

Olvidé llorarte entre tus penas, y ya no recuerdo ni tu apelllido. Odio olvidarme de alquién que he querido tanto, en quién he volcado tantos sentimientos. Pero ya no sirvo para esperar...
Para que en momentos de necesidad tomes el teléfono y oigas mi voz consolarte. Ya no seré tu paño de lágrimas. ¡¿Quién demonios ha sido el mio?! ¿En todos estos años a quién se supone acudiera?... A tí no era.

Lápiz en mano escribo mis dolores y los lloro callada, silenciosa, en la soledad de mi recámara. Nadie me escucha... Lo sé. ¡Y deseo gritar de furia al recordar las gotas que he dejado caer por mi rostro! Pero no lo hago... ¿Para qué?

Ya no somos amigos... o quizá sí. Porque en mi recuerdo vivirá la amistad que un día compartimos. Y te miraré sin verte porque solo observaré detenidamente mi recuerdo reflejado en ti...

(2005)

11 de octubre de 2011

Ausencia


Se me va la vida haciendo letras
Imaginando un futuro en donde puedas
Acorralarme entre tus piernas.
Necesito una razón para mi espera…

Porque la vida se me va cambiando estrofas
Rememorando las memorias
Olvidando las respuestas
De un amor que no regresa.

¿Y donde estas que no te he visto?
¿Dime, niña, donde guardas el cariño?
¿Cómo aferrarme a tu mirada si no estás?
¿Cómo amarte si te vas?

Dame un sí que no se oiga
Que me transmita la memoria
De un atardecer más en tu interior
Donde el reparo se perdió.

Dame un no que no me duela
Que me derrita en tus riberas
Que me extienda las fronteras
Y me detenga el corazón.

¿Y donde estas que no te he visto?
¿Dime, niña, donde guardas el cariño?
¿Cómo aferrarme a tu mirada si no estás?
¿Cómo amarte si te vas?

¿Cómo amarte si te vas?
¿Cómo aferrarme a tu mirada si no estás?

Ya no recuerdo tu silueta
Porque te has ido entre las nieblas
Y me miente el recuerdo de tu voz…

¿Y donde estas que no te he visto?
¿Dime, niña, donde guardas el cariño?
¿Cómo aferrarme a tu mirada si no estás?
¿Cómo amarte si te vas?

27 de septiembre de 2011

Este Mickey es más cabrón...


Este Mickey es más cabrón. Me pidió que hablara de otra cosa que no fuera de amor. Como si uno pudiera sentarse a filosofar, así nada más, de las mierdas perpendiculares de la vida que jamás te dejan en paz y después hacerlo en verso, mira que pendeja’.

¿De qué demonios quieres que hable si lo que me sale son puras pasiones agobiantes de las que no me dejan soñar en otros vientos ralos que me ayuden a volar? Imagino que haré el intento, si no lo estoy haciendo ya, para complacerte y complacerme que el reto no lo puedo dejar pasar. Y es que debo decirte que sin quererlo has abierto la lata sin nombre que me guardo dentro. La que está marcada como peligro socialista, revulera de antaño, de las que sin ser fupistas supieron resguardarse de un palo. ¿Pero de qué hablo? Ya ni yo me entiendo, mejor me cambio de estrofa y olvidamos esta palabrería absurda que me salió por la boca.

¿De qué demonios hablar cuando la agonía sonora de las aguas lejanas me inspira a cantar? ¿De qué demonios hablar? La pregunta premiada, la de los sesenta y cuatro mil chavitos, como decíamos cuando chamaquitos. Y me tengo que reír, no lo puedo aguantar, porque esta parafernalia de versos cafres me tiene halándome los pelos en la oscuridad.

Y este Mickey es mas cabrón… es el calvito chulo de las mil putas insoportables que lo textean sin parar, como una ola que lo ahoga justo en el momento donde se decide aguantar. Es el chico interesante, de oídos abiertos que siempre me escucha sin quejar. Por eso decidí escribirle, por eso nada más. Porque sé que al menos una sonrisa le va a sacar. ¿Y después de todo esto que me falta por mencionar?

Me falta el hecho de que no quiere trabajar, que no acaba y arregla el carro, a ver si de vez en cuando, me pasa a buscar. Que esta igual de pelao’ que yo, pero mira como es la vida, que siempre encontramos pa’ bebernos la mar entera si nos la dejan llevar. Porque es imperativo, porque para que negarnos la nota de la semana, si total no sabemos si veremos la mañana. Y al final ¿aún deje algo sin mencionar?

A pues claro, que este Mickey es un cabrón, pero ¿qué se puede hacer? Si total, a la larga, las cabronadas cabronas de la vida son las que nos inspiran a parafrasear los versos agónicos, las mañanas sobrepuestas, las soledades ingeniosas y las pasiones vergonzosas de otra salida más. Así que Mickey Man, Mickey Mouse, Mike de los Mickey de Mikelandia, sigue siendo un charnelco que aun así te quiero y a retar a otra con escribir barbaridades cafrondas que al final no llegan a ningún lado que no sea al terminar obligatorio de decir: “Este Mickey es mas cabrón…”.

Querías matarme...


Querías matarme, eso decías, querías arrastrarme a las olas del saber sobrepoblado. Alumbrarme las alforjas recónditas del sueño y adorarme como se adora lo pasado. Eres la epítome perdida de un subterfugio emocionado, de un andar tranquilo sin amaneceres de resguardo. Es como fabricar dulcemente el sentir arrebolado de un día más que no se pierde, de un anhelo más que no se guarda, de un susurro más que he perdido y un amor cocido en las pestañas. ¿Cómo abrazarte entre lamentos? ¿Cómo sentirte entre suspiros? Eres el recuerdo excitante de lo que nunca ha sido, de lo que jamás sonó como coda aleteante de mi sabiduría. Eres aquello que se pierde en los rincones dormidos de la vida.

Y sin embargo, querías matarme, eso decías. Querías odiarme entre susurros lagrimados, entre el deseo yuxtaposicionado y el ánimo de gotas succionado. Querías sentirme, es el problema, querías saber de dónde saco el material húmedo de mis versos lejanos, de mis noches perdidas, de mis torturas frugales de besos intoxicados. Querías matarme, mas no corpóreamente, eso lo sabes, confiésalo entre suspiros solapados. Sé me fiel en las sonrisas, no te pierdas en la penumbra sigilosa del pasado. Augúrame un momento entre tus brazos, profetízame el placer de tus pedazos, y luego mátame lentamente, arrebátame el aire entre tus dedos, desmáyame el alma entre tus brazos y déjame, déjame moribunda en las sábanas vacías de un retrato que te cociste en la mente para olvidarte de mis labios.

Querías matarme, eso decías… Aprovéchame ahora… Ahora que te estoy esperando.

26 de septiembre de 2011

Necesito Inspiración


Necesito inspiración… de esa que sobra en los burdeles y hace falta en los mercados. La que se hace con ojos lagrimosos y es vital en las noches de amor desenfrenado. La que se hunde en hogueras de cemento y me agobia el pensamiento entre andares ajetreados.

Es como la versión sin talento de algún martes sopesado donde la agonía de sentirme otra me descompone los pedazos. Ya desconozco a donde voy, caminando, tropezando, con la necesidad innata de encontrar la musa estática de mis versos pasados.

¿Dónde deje las manos inquietas que en otro estado tocaron extasiadas el ofrecimiento tieso de un revolcón regalado? ¿Dónde guarde las ansias locas de sentirme sexy en un par de botas y el cabello esmorusado? Era la versión amoratada de una lágrima salada en éxtasis noctámbulo de labios hinchados.

Y suspiro ciegamente a oscuras en mi recámara, ya vacía de amores clandestinos o versos húmedos que se pegan a la almohada. Ya desvestida de aromas que no sean jabón Purex con olor a desayuno empaquetado. Es la vieja historia de buscar lo que se tiene, lo que se esconde, se guarda en el fondo del ser por no revivir los viejos pasos, deseos, frustraciones, soledades encaprichadas de un beso furtivo de alguien que jamás te mira más allá de los ojos, o te consuela mas allá de la cama.

Necesito inspiración… Inspiración soleada de la que brilla en los rincones como un destello de ser en mis pestañas. La que me enseña a diario que la vida es la pena calmada de quien se propone lucharla. Necesito inspiración de la que gime entre orgasmos agónicos que revuelcan las sábanas. Necesito inspiración, necesito ansias y quizás (¿Por qué no?) un poco de sexo sudado que me haga sentirme más cerca del cielo, más caliente que el infierno y en medio del calvario agudo de un grito solazado.

¿Pero de que hablo? Si la inspiración la guarda el deseo andariego de morderte el hombro, de besarte el cuello, de violarte a oscuras en un local abandonado. Enséñame a tocarte, a alcanzarte sin sentir demasiado, que los sentimientos peligrosos me los guardo. Me los encadeno al alma y luego los suelto, revolcados, para que compongan las letras furtivas de un poema oxidado. Así que inspírame… Inspírame el deseo degenerado que en otra época lambió mi mejilla y susurró en mi oído mil palabras vergosas, sudorosas, y algún amor de mentiras que me robó el aliento... por un rato.