2 de julio de 2006

No digas nada

Gracias, él sabe quien es... por la frase...





Cuenta lo que sabes...
y calla lo que hacemos a escondidas.
Susurra, no respires y calla...
Calla lo que hacemos a escondidas.

Dile lo que sabes,
de lo que puede enterarse
pero silencia las salidas,
las ansias de amor en las esquinas.
Los deseos de morir entre quimeras,
entre excremento y sangre acumulada.
Calla...
El silencio es la única contestación que me hace falta.
Ya nada me debes,
ya todo está enterrado,
y entre buscar la búsqueda
olvidamos el asfalto.
Dí... Habla...
Susurra murmurando
aquella última palabra.
Mañana tu lengua
se habrá podrido
de tanto hablar vaporando
y entre lágrima de vidrio
saldrá el cocodrilo de mis brazos.
Acompañame un momento
al cuarto aquel
de mis refugios extraviados.
Rózame... bésame apasionado,
pero hazlo callado
apenas respirando.
O mejor aún...
Susurra, no respires,
calla... ¡por tu vida calla!
que si el viento nos escucha
querrá encerrarnos
en el cuarto iluminado
donde tu piel y la mía
son cegadas por espantos.
Donde los gusanos
nos carcomen
entre vapores apestados.
Calla...
No susurres, no grites,
no hables, ni siquiera abaniques
las penas, los formatos.
Olvida que existimos
y debórame lentamente...
Saboreando...
El pecado,
la herejía,
el sindicato,
y la manía de mordernos los labios
y succionar otras manos.
Espétame el cigarro
muy profundo en mis pedazos
de potranca que no siente
sino el silencio
de beber angustiada
la violencia, la oscuridad,
de tu deseo y el mío
en la vieja recámara.
El colchón,
mugriento de pasiones,
nos deja impregnados
otros amores
que jamás serán mejores
que tu silencio y mis ansias.
Así que calla...
Calla hasta que muera asfixiada
y derrama el manantial
de tu piel y mis letras
contra el viejo armario.
Susurra, no respires, y calla...
Calla lo que hacemos a escondidas
en las viejas esquinas
al tocar el alba.

Ella


Olvidé abrazarme
mientras te abrazaba
y encontrarme
fue agonía para el alma vieja
de mis amaneceres.
Mujer de otra noche sin mañana
decora de éxtasis la fantasía de este mundo.
Esparce tu carne,
regálame tu sabor.
Véndeme el orgasmo,
y soborname el corazón.
Abre tus caderas bajo la yerba fresca,
recorre con tus manos
tu cuerpo adolescente
y entre mirada y suspiro,
enseñame a olvidar.
Olvidar, dulcemente, que otra me espera
junto a la puerta de la casa aquella
de mis aventuras juveniles.
La que me espera maleta en mano
para decirme adiós.
No la culpo, ¿para qué?
Ella es de otro y yo olvidaré
su perfume entre tu sabor de niña
y tu cuerpo de mujer almidonada.
Entre tu saliva y su recuerdo
tocaré un vals antiguo, perezoso,
excitante y pasional.
Bailaré en tu cuerpo...
¡Pero no dejes, niña,
que te toque el alma!
Despídeme con una lágrima
y recuérdate entre mis dedos.
Cuando el compás de otro cuerpo
y el ritmo de otro latir
llene tu cama...
Recuérdate, muñeca, entre mis labios.
Luego...
desecha la memoria
o un lamento traicionero
adornará el camino
que trase tu cuerpo
cuando cambies de sendero
hacia otra cama.