9 de junio de 2006

Correspondencia Tardía

Ella...
La mujer que espera
las cartas inexistentes.
La atrevida de una noche
que olvidó hacer las palabras
más sonoras, movibles, gesticuladas.
Las palabras inmóviles,
cerradas ante la humedad
y aquella caja plástica,
que es la misma que se interpone
entre pierna y pierna
guardando soñares de fábula.
Pero a ella...
Ya nada la consuela
sino su palabra escrita
en tinta pasada.
Ya nada la contenta
sino su beso perdido,
su deseo lejano,
su amor escondido.
¡Ella siempre será ella!
Será siempre la mujer rizada
de ébano hasta la espalda.
La mujer pintada
de fango seco,
y algún que otro árbol maltratado.
La mujer de risa potente,
y dientes blancos.
La que ves de pie en medio del tumulto
sin maleta, cartera o bulto
esperando al que se fue hace mucho.
Lo espera sin prisa
porque la carta llegó al fin,
después de tantos años,
con el olor de antaño
impregnado en las letras
y el espanto a muerte
dormido a un costado.
La mujer que espera
las cartas inexistentes
sigue esperando...
pero ya no por letras
impresas en papel cellado
sino por un ataúd cerrado.

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