10 de septiembre de 2006

Inmortalizarte en mis pestañas


Anoche te inmortalizé en mi memoria.
Grabé tu rostro en mis pupilas
y tus gestos en mis manos.
Arrugé el rumor de tu voz en mis bocinas
y te dediqué la distancia
de una canción maltratada,
herida y solitaria.
Anoche inmortalizé la distancia
que separa tu cuerpo y el mío...
La añorable distancia de mares,
preparada para ahogarnos el destino.
Tú y yo... ¿existimos
o simplemente recordamos
existir entre semana?
Entre amores de pantalla
suplicados, jurados,
a son de eternidad.
Sin vernos las caras...
Dos locos enamorados
del amor a la distancia.
Con votos de fábula,
santidad y ceremonia elaborada.
Pero, ¿cómo evitarlo
si el sonido de tu voz
colado como pecado por mis bocinas
me rasga entrecortadamente el alma?
La risa malévola del destino
hace eco en mi garganta
al susurrar tu nombre,
al observar tus ragos marcados,
tu sonrisa pícara...
¡Que imaginación vivaz y desbocada
la que en las noches nos permite
el roce de besos extasiado!
¡Tantos años de amor enmascarado!
Somos pesadillas de júbilo
y espantos lagrimados.
Deseo abrirte el alma
al nível de mis manos
para confiarte,
mi más tierno anhelo
y mi recuerdo más pesado.
Pero me conformo...
momentáneamente esperando.
Sentiré cada noche
tus manos, tus brazos abrazarme,
y entre beso y beso susurrarme
locamente extasiado.
Hundir la cabeza a mi lado
y madrugarte en mis abrazos
para abandonarme cada mañana
y dejarme lloviendo con un olor fuerte
a azufre quemado
en mis pestañas
que entre gota y gota
se traga una nostalgia.

¡Dedicado a mi Manchego, donde quiera que estés!

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