9 de junio de 2006

Curvas de almohada





El pecado de tu piel
atada a mi piel.
La decadencia de la miel
que suda el impacto
del eyaculado.
El momento en que el acto
de morder
se vuelve apreciado.
Ya nada me mueve
más que tu cuerpo ahuecado.
Me masturbo tiritando
ante tu falo mojado.
Te deseo intensamente
como yegua en celo
de un caballo amarrado.
Me relambo, me tieso,
me vuelvo un cero
ante el encuentro
de tu piel en mis manos.
Mis caderas retumban
al paso que tus dedos trasan
sobre mi cintura.
Me volteas y me agarras fuertemente,
me pegas tu pene erecto, pendiente
del orificio violado.
Buscó con mi espalda
tu pecho sudado,
tus vellos enrredados,
y me amarro a tu cuello.
Me apartas el pelo,
me muerdes el hombro
y entre asombro
y tortura, tomas mis senos
apretando, apretando...
frotando...
el círculo rosado
y me penetras
una...dos...tres...
he perdido la cuenta.
Cada vez más potente,
más largo,
cada vez más salvaje,
más rápido.
Las rodillas tiemblan
y caemos enrredados
en la cama,
llenando de sudor las sábanas.
Empujas hondo,
cada vez más hondo
hasta donde ya no sabemos distinguir
tu cuerpo y mi cuerpo.
Exprimes mi sentir
y me susurras...
Nada de palabrerías,
de promesas perdidas
en los atardeceres de lluvia.
Simplemente silencio murmullado...
Agonía revuelta
de blanca esperma,
¡digo ESPERA!
El orgasmo me abraza,
el mundo me tiembla pesado.
Suspiro anhelando
tu leche en mis entrañas
y siento llenarme
luego de varias empujadas.
Extenuado me abrazas,
besas mi cuello
y entre cansancio y desvelo
me susurras sonriente
como ausente y presente:
"Curvas de almohada"
hasta quedar dormido
en mis espaldas.

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