11 de diciembre de 2011

Fuera de mí




Quisiera vivir fuera de mí. Alquilando te-amos, regalando sonrisas efímeras que no van a ningún lado. Sorprendiendo las realidades, regodeándome en abrazos nostálgicos. Flotando en lamentos viejos, de esos que sobrepasan el alma sin espanto. Quisiera vivir fuera de mí, y olvidar los deseos de antaño como quien olvida lo pasado… sin pésames desarmados o deseos olvidados. Quisiera ser libre, pero no lo soy. No lo soy… porque no puedo vivir fuera de mí. No puedo desmembrarme intensamente con el pensamiento acumulado, no puedo deshilarme los sentidos con el arrebato más pesado, ni sobrepasarme a mi misma como memoria de un momento apasionado, desdichado, donde perdí la conciencia y me levanté en infartos encontrados de un coma enmudecido de relámpagos. 

Y a falta de perderme, me he ido encontrando, con el asombro de búho y el encanto tipico de una niña sin llantos. Me he ido encontrando, entre las sombras de mis letras y algún beso perdido, sin significado, que me dejó caliente un rato pero me recordó el vacio de una vida sin sentimientos reales, sin amores verdaderos, o más allá de una musa embotellados. Ya no sirvo para esto, lo admito entre lágrimas perdidas y algún amanecer barato. Ya no sirvo para amores clandestinos que no van a ningún lado, ya no sirvo para amar entre las sombras o refrescarme las carnes en las sales de algún viento costeño con sabor a perpetuo olvidado. No recuerdo los nombres, las caras, los gestos, ya no veo los ojos que en otro tiempo me dejaron soñando con truenos y deseos alocados de algún viejo verano. ¡Ya no me veo ni a mi misma en el espejo! ¿Cómo verme, si me pierdo? Pero, ¿me pierdo realmente o me encuentro? Ya no sirvo para esto. Esto de pensar incesantemente en la vida, reflexionar, escribir, cantar, fumarme un cigarro con alegría y aliviarme el alma con una cerveza fría. 

Y quisiera vivir fuera de mi… pero no puedo. No puedo… y me retuerzo en el ser efímero de un silencio. ¡Detesto tanto el silencio! Me recuerda la soledad abrupta de mis noches vacías, la almohada fría a la que me aferro cuando me atormenta el recuerdo… El recuerdo de no tener recuerdos, de no tener memorias de compartir algo más que el cuerpo. No tengo fotografías mentales de ningún amor profundo, de ningún anhelo interno. Y grito… en silencio. Porque gritar no es femenino, no es atractivo, no es ecléctico; y yo debo serlo. Quisiera vivir fuera de mí. Salirme de adentro y encontrarme entre las páginas escritas, entre las noches furtivas. Encontrarme entera, sin máscaras ni tartamudeos. Encontrarme, abrazarme, amarme, y asegurarme… de jamás en la vida volver a abandonarme. 

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