26 de septiembre de 2011

Necesito Inspiración


Necesito inspiración… de esa que sobra en los burdeles y hace falta en los mercados. La que se hace con ojos lagrimosos y es vital en las noches de amor desenfrenado. La que se hunde en hogueras de cemento y me agobia el pensamiento entre andares ajetreados.

Es como la versión sin talento de algún martes sopesado donde la agonía de sentirme otra me descompone los pedazos. Ya desconozco a donde voy, caminando, tropezando, con la necesidad innata de encontrar la musa estática de mis versos pasados.

¿Dónde deje las manos inquietas que en otro estado tocaron extasiadas el ofrecimiento tieso de un revolcón regalado? ¿Dónde guarde las ansias locas de sentirme sexy en un par de botas y el cabello esmorusado? Era la versión amoratada de una lágrima salada en éxtasis noctámbulo de labios hinchados.

Y suspiro ciegamente a oscuras en mi recámara, ya vacía de amores clandestinos o versos húmedos que se pegan a la almohada. Ya desvestida de aromas que no sean jabón Purex con olor a desayuno empaquetado. Es la vieja historia de buscar lo que se tiene, lo que se esconde, se guarda en el fondo del ser por no revivir los viejos pasos, deseos, frustraciones, soledades encaprichadas de un beso furtivo de alguien que jamás te mira más allá de los ojos, o te consuela mas allá de la cama.

Necesito inspiración… Inspiración soleada de la que brilla en los rincones como un destello de ser en mis pestañas. La que me enseña a diario que la vida es la pena calmada de quien se propone lucharla. Necesito inspiración de la que gime entre orgasmos agónicos que revuelcan las sábanas. Necesito inspiración, necesito ansias y quizás (¿Por qué no?) un poco de sexo sudado que me haga sentirme más cerca del cielo, más caliente que el infierno y en medio del calvario agudo de un grito solazado.

¿Pero de que hablo? Si la inspiración la guarda el deseo andariego de morderte el hombro, de besarte el cuello, de violarte a oscuras en un local abandonado. Enséñame a tocarte, a alcanzarte sin sentir demasiado, que los sentimientos peligrosos me los guardo. Me los encadeno al alma y luego los suelto, revolcados, para que compongan las letras furtivas de un poema oxidado. Así que inspírame… Inspírame el deseo degenerado que en otra época lambió mi mejilla y susurró en mi oído mil palabras vergosas, sudorosas, y algún amor de mentiras que me robó el aliento... por un rato.

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