
Parafraseando las verdades porque guardo silencio cuando el deseo de gritar oscila el alma. Porque gritar nada resuelve excepto quizás el desahogo momentáneo de la estrechez cacofónica de sentirse vacio. ¿Hace eso sentido? Quizás. ¿De qué vale averiguarlo? Ayer experimenté la tristeza, la soledad angustiosa de llorar sola, escondida pero esperando inevitablemente ser encontrada. Es el sentimiento enorme de soledad in-compartida, de una necesidad imperativa de sentirse buscada. Es ese deseo de que alguien aparezca, se siente a tu lado y simplemente te haga compañía. Sin decir nada porque no hace falta. Simplemente estar ahí a tu lado como la sombra de la sombra de un cariño entretejido. Suspirando en tus suspiros, sollozando en tus sollozos, sonriendo tristemente al ver tu rostro bañado en agua salada. Es la falta de atención del alma. Increíble que hasta el alma tenga necesidades emocionalmente “psicotizadas”… una de mis palabras… que poco a poco cobran sentido de diccionario dominical. Al final de todo, sigo sin gritar. Quizás deba gritar… pero no grito. Es ajeno a mi persona. Mentir… mentir es mejor. Es más fácil. Por eso miento, y miento… inventando verdades que no son, parafraseando las verdades verdaderas, monopolizando el sentido de mi historia y comiéndome por dentro la necesidad de ser yo. Porque aquello que oscila lo hace temporeramente, nada es para siempre. Nada es para siempre. Por eso sigo… parafraseando las verdades porque guardo silencio cuando el deseo de gritar oscila el alma.
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