7 de diciembre de 2008

EPT




Y ella corrió...




Hace mucho tiempo, las aspiraciones del porvenir no la preocupaban. Sentía la vida como un espejismo lleno de luz que pasa rápidamente y a veces, la mayor parte de las veces, te deja un sabor amargo en la boca que solo un beso más logra despachar. Así vivía…corriendo de un lado para el otro sin jamás llegar a ninguna parte. Se sentaba entre los arcos de una facultad y recordaba el amor pasado, ese que tocó sigilosamente a la puerta…Recordando cada vez los versos de José Ángel Buesa: “Soy el amor de amar que odia lo inerme, que se lleva el perfume pero deja la flor…Dime adiós y no intentes retenerme: Soy el amor que pasa… pero soy el amor”. Suspiraba y mirando el reloj sacaba un cigarrillo… La recuerdo desde siempre, desde mucho antes de nacer. Era la mujer de mis atardeceres oscuros y mis mañanas desoladas… La que me deprimía con una mirada y con una sonrisa hacia llorar mi corazón. No suena demasiado enamorado de mi parte pero la realidad es muy diferente de la fantasía.



Todo cambió una noche en las que el andar sin destino con los amigos resultaba suficiente. Ella rió esa noche sin saber que más tarde lloraría de angustia y desesperación. Fue un amigo de esos que nunca se conocen lo suficiente. La desesperación, la necesidad de ser querida, la soledad, y la falsa fantasía del deseo, la impulsó a sus brazos…y desenfrenadamente se lanzaron sobre las carnes del otro. “Nada en la vida es fácil”…excepto el sexo. Es algo natural que guardamos en la parte de nosotros donde reside el instinto, tan característico de los animales. La unión de sus cuerpos bajo la iconografía de Cristo en la sala de la casa de su madre, pasa ahora como una nube de humo entre sus pensamientos. Sin embargo, ha sido el ataque más salvaje de su vida. Nunca un hombre la había deseado tan intensamente. Prácticamente le había quitado la ropa ha manotazos para liberar sus senos. Sus cuerpos se juntaron frenéticos al otro lado de la pared donde estaba la Biblia abierta.



Ella salió de su casa despuntando el alba, con una sonrisa confundida pero satisfecha en los labios. Algo había cambiado…Se acababa de dar cuenta de que el deseo había dictado los pasos de su vida, y que el amor lo había expulsado antes de llegar. Dejaría de ser la chica que se come las sobras de los demás, la que usa el amor de segunda mano y olvida antes de recordar. Pero que difícil cambiar… Ella había amado, pero… el amor se le enfrió en las venas la primera vez. Después, nunca más fue correspondida. Amó terriblemente, lloró hasta el cansancio por el amor que desgarraba sus entrañas, que no la dejaba dormir imaginándolo con LA OTRA. Esa mujer, quizá imaginaria, que la volvía loca de celos. Y el amor se le enfrió, porque se le habían secado las lágrimas gastadas. La segunda vez, ilusionada, espero el beso del amor y entregó su cariño pero no lloró al verlo marchar… No lloró porque el dolor desgarraba el alma pero el orgullo había petrificado el corazón.



Las semanas pasaron y ella siguió enfrascada en el ajetreo constante de los estudios y el trabajo. Ya nada importaba excepto el futuro… ¡que ironía! Antes nada importaba excepto el presente. El primer mes pasó volando pero al mirar el calendario… la sangre se le volvió a enfriar en las venas. No había llegado la visita mensual de los martirios de una mujer. Una lágrima corrió por su mejilla y decidió recordar…cada suceso, cada paso que había dado en su vida, cada lágrima, cada amor, cada deseo alocado, cada angustia…cada abrazo e historia que le contaba su madre en las noches cuando era pequeña…lo recordó todo.





Y ella corrió…

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